Al son del alga invasora

Aunque siga habiendo buenos músicos, que los hay, siento más ruido que nueces; revival tras revival, tributos y más tributos

La pérdida de la identidad es uno de los peligros silenciosos que acechan a la música de hoy. En la diversidad suele estar la riqueza y en lo particular, el rasgo diferencial que puede darnos respuestas sobre quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos. Dime qué escuchas y te diré quién eres… Al igual que sucede en la gastronomía, en los vocablos, en la ropa o en los transportes, la globalización nos hace la vida aparentemente más fácil, pero también nos hace débiles. Lo homogeneiza todo, como una gran ola, que se lleva a las pequeñas conchitas de la orilla del mar por delante y va erosionando tu vida, tu paisaje, tu entorno, tu ciudad y hasta tus formas de entretenimiento. Todo se parece a todo.

Quizás por ello, a las playas de la música española también llegó pegada en los bajos del barco de lo simple un alga invasora llamada reggeaton, que invita a sus oyentes a asumir papeles muy distantes de las actuales tendencias de igualdad entre géneros. Un leit motiv tan arcaico como primario. Yo me pregunto dónde están los más firmes defensores de los derechos de la mujer y la igualdad en el mundo. Sobre todo, en una sociedad en la que, a poco que no dices "ellos, ellas y elles", eres todo un pureta. ¿Dónde están las banderas, las cacerolas y las quejas? ¿No estaremos siguiendo el son con la escucha desactivada, verdad? Total, si es sólo música.

Sigamos bailando al son del alga invasora o "perreando" sin parar en estas noches de verano hasta enloquecer, mientras los artistas que luchan a diario por hacer artesanía de la música -de esa que se hace con mimo, con tiempo, con experiencia, con el corazón- andan dando recitales por los chiringuitos de su barrio. Sigamos bailando sin importar qué, mientras aquellos que creen en lo auténtico y que se sientan en la barra de un bar en cualquier esquina, se van a casa con dos duros en el bolsillo y una cerveza en el estómago, a seguir componiendo para mendigar una oportunidad en el programa musical de la temporada.

Ayer escuchaba una lista de audios de principios de los noventa de este país, cuando bullía la creatividad, cuando los grupos ya consolidados de la movida madrileña rompían todos los cánones y creaban música y sentí que vivimos en un compás de espera. Y, aunque siga habiendo buenos músicos, buenos grupos que, claro que los hay, siento más ruido que nueces. Revival tras revival, tributos y más tributos… y algas, demasiadas algas que recoger por las orillas de la música. Algas que han ido deshaciendo el hábitat de una industria cuya época de oro acabó. Algas que sólo sirven para seguir arrastrando esas pequeñas conchitas de la orilla que componen la verdadera historia sonora de una vida. Dime qué escuchas y te diré quién eres.

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