ESTA campaña anodina de las dos R sigue teniendo desde el primer día las mismas argumentaciones cuando queda ya menos de una semana para que los españoles nos expresemos en las urnas.

El PP no se sale del guión de recordar la cruda realidad de que el Gobierno del PSOE ha creado una tasa de paro récord y el PSOE no sale de su intención, vana, de sembrar dudas ante la agenda oculta que atribuye a la oferta del PP.

No seré yo quien niegue que la propuesta de la R de Rajoy es, a sabiendas, poco concreta. Pero tampoco sería honesto no admitir que pide el voto para acometer las reformas necesarias para lograr que la economía crezca al ritmo suficiente -entre el 2,5% y el 3% del PIB como mínimo- para crear empleos. Incluso creo que el PP se pasa de prudente, porque barrunto que una nada desdeñable cantidad de electores le votará para que haga lo que hay que hacer -sin llegar a la nadería que expresó el presidente balear- para salir del valle de lágrimas en el que estamos.

Entre las filas de la R de Rubalcaba, empero, lo que detecto es falta de convicción. Y razones tienen: es muy difícil defender que el oponente tiene una agenda oculta que no está en el programa y traerá calamidades, cuando nada de lo que ha sufrido este país desde mayo de 2010 bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero venía en el programa socialista de 2008.

Seguramente por eso, por la endeblez argumental y la convicción quebradiza, sí abunda algo en esta campaña que no esperaba: las traiciones del subconsciente del candidato del PSOE. Al grave error de Rubalcaba de tratar a Rajoy como próximo presidente del Gobierno se han unido sus comentarios ante el interrogatorio de seguidores en Twitter: asumió que no dimitirá la noche electoral -"esa noche no", dijo-, descubriendo que por la única agenda oculta por la que pelea es por la que se desarrolle en la vida orgánica de su partido a partir del día 21.

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