Según las últimas noticias, llevamos más de 284 personas ahogadas en el medio acuático, en lo que va de año. Seguro que en el momento que usted me hace la merced de leer esta columna, habrá aumentado esta trágica cifra. ¿Qué nos está sucediendo en España, para que tantas familias pasen de la diversión veraniega a la tragedia?. Hay quien sostiene que estamos conviviendo con una generación que se cree con derecho a la inmortalidad. Eso pasaba antes, solo entre los muy jóvenes. Ahora con tanto Peter Pan que pulula por ahí, son padres y madres de familia que se despeñan por barrancos con sus hijos, surcan intrépidos los remolinos más peligrosos o simplemente se compran un todo- terreno y se lo creen, andando campo a través con el vehículo, hasta que ruedan por una ladera. Ahí van dos ejemplos:

Tarifa, Playa de los Lances tarde apacible con mucha gente en la orilla. Un nota sube a dos críos de menos de cinco años, a una tabla de Pádel-Surf. Yo pensaba que iba a darles un paseíto por la orilla. Craso error. Se sube a la tabla y empieza a remar llevándolos mar adentro, sin ningún tipo de sujeción ni chaleco salvavidas. Pasa la zona de boyas y navega en paralelo a la costa durante cuarenta y cinco minutos con los niños a bordo. Crece la tensión entre los espectadores, por la inconsciencia del tipo y lo denuncian a un socorrista. Nos dice que ya lo había hecho antes y que cuando la zodiac de salvamento lo alcanzó, se ofendió en su elevada dignidad de surfista. Nunca un suceso se ajustó tanto a la imprudencia temeraria, por supuesto con impunidad para el imprudente.

Canal Sur, programa sobre veraneantes. Un campista en el Cabo de Gata le presta su barca a un pariente que embarca en la playa, a tres chicas adolescentes y al cámara del programa. Ya en mar abierto, para el motor fuera-borda e invita a las chavalas a bañarse. Se le olvida anclar el barco y se va alejando poco a poco del sitio donde las niñas nadan. Cuando ya está a considerable distancia, intenta poner el motor en marcha para acercarse y no logra arrancarlo. Se viven momentos de tensión, con las jóvenes agotadas de nadar, hasta que, ¡el cámara! logra arrancar el motor. A pique de un repique. De poco sirven campañas como #ojopequealagua, ni los esfuerzos en los medios. Sólo es accidente, aquello que no se puede evitar. En estos confusos tiempos, en los que hay que explicar hasta lo obvio, deberíamos enseñarlo en las escuelas.

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