En los medios

Luis Nieto

El académico de la armonía

PLATÓN inmortalizó aquella casa con jardín, cerca de Atenas, junto al gimnasio del héroe Academo, donde enseñaron y se encumbraron grandes filósofos. Curro Romero, con la magia de su toreo, adelantándose al justo y merecido nombramiento de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, ya había alcanzado el grado de académico con la magia de su toreo, con la dialéctica de la suavidad con la que movía su capotillo o conducía embebido al toro tras su muleta. Un académico de la armonía con la que convulsionó los ruedos. Una armonía de sentimientos producida por la plástica de sus lances y muletazos. Una amalgama de sonidos interiores y silencios profundos que ayer respiraba el Faraón en la mañana primaveral que nos brindó Sevilla. Un crisol de colores que encalaron el alma de un artista con el que hizo de su toreo una religión y de sus partidarios auténticos fieles. Una alternancia de quietudes y leves movimientos, de valor y de caricias. Una condición que alcanzó gracias a sus numerosas reconstrucciones en silencio y a sus innumerables meditaciones en soledad. Una armonía, en fin, para paladares exquisitos y refinados, para esos que en días de verónicas de ensueño y trincherillas de emociones desmedidas, llegaron a degustar el rico guiso del toreo, de ese toreo sin aditamentos, el que como única añadidura aporta sólo la fina sal de la gracia de un torero que nació con misterio. No es extraño que Curro no se vea leyendo cuartillas para su ingreso en Bellas Artes. Ni que tema enfrentarse a un público distinto al de la plaza de toros. Pero es que Curro no lo precisa. No precisa hacerlo porque ya dictó esa lección. Desconozco lo que pensarán los académicos sobre la tauromaquia. Pero de las incontables definiciones con las que me he dado de bruces en la vida, ninguna es más profunda y rica en sensaciones, más bella y académica, que la de éste académico de la armonía. "El toreo es arte por excelencia. En el toreo, un hombre elegido, elegido de Dios, llega y jugándose la vida transforma el dramatismo en un juego sedoso, en el que acaricia". Es la definición más cabal para un ingreso por la Puerta del Príncipe de todas las academias. Una definición que Curro explica en tono bajo, como en una confesión, con humildad y timidez, sin estridencias, como es éste académico de la armonía, mientras escuchamos el piar de los pájaros en su casa del Aljarafe, que también cuenta con un jardín de ensueño, como aquella casa situada en las afueras de Atenas donde nació la primera Academia. Un jardín, donde Curro, como aquel Filolao de Crotona, allá por el siglo V antes de Cristo, medita sobre un pensamiento en el que ha girado su vida artística y que bien podría ser el lema para su ingreso en la Academia de Bellas Artes de Sevilla: "Todo se hace por armonía".

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