El acuerdo sobre la vuelta al cole que acaba de sellar la conferencia sectorial de Educación presenta algunas lagunas y ofrece dudas sobre su eficacia, pero está lleno de medidas razonables, quizás las únicas que pueden concertar las autoridades educativas. Sobre todo, es un pacto entre el Gobierno y las comunidades autónomas y, de paso, entre PSOE y PP.
Nos hace preguntarnos: ¿por qué no es posible un gran pacto nacional que vaya más allá de la enseñanza, que afronte la crisis sanitaria y también la económica y social? Respuesta: porque ni PSOE ni PP están realmente interesados en negociarlo y alcanzarlo. Porque Pedro Sánchez y Pablo Casado sólo conciben combatir el coronavirus de la manera y con los instrumentos que le aseguren conservar el poder o arrebatárselo al otro -respectivamente-, y de ninguna otra. Porque son tan sectarios, miopes e irresponsables que han sustituido el consenso y la colaboración en favor del interés de los ciudadanos por el perverso juego de la manipulación de la culpa. La exculpación propia y la inculpación ajena. Este virus sí que parece imbatible.
Ahí tienen, pues, a Pedro Sánchez pasando del lenguaje y la escenografía de guerra que le iba a consagrar como el héroe de la resistencia patria al sermón de la unidad de todos (y todas), del liderazgo único al lavado de manos y el traslado de la patata tórrida a los gobiernos autonómicos, de la exhortación a que Casado arrime el hombro a la exigencia imperativa de que le respalde los Presupuestos para la reconstrucción, achuchándolo con la flor y nata de la empresa y la bolsa y con la actitud más abierta de los presidentes regionales del PP. Sólo algo no ha cambiado: nunca explicó por qué estuvimos a la cabeza de Europa en el estallido de la pandemia y tampoco explica por qué lideramos igualmente los rebrotes.
Y ahí tienen a Pablo Casado, que boicoteó los últimos estados de alarma y se hartó de reivindicar la descentralización de la lucha contra el Covid-19 y ahora acusa a Sánchez de inhibirse, que se dice siempre dispuesto a negociar, pero pone condiciones que sabe imposibles (resumiendo: que el presidente se deshaga de Podemos; o sea, que disuelva el Gobierno que preside), que rechaza la renovación del Poder Judicial o del Tribunal Constitucional, cosas que no tienen nada que ver con Podemos, sólo por- que el PP perderá presencia en ellos, ya que así lo dictó la voluntad popular, y que persigue la liquidación de esta legislatura.
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