Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

¡Viva Kiko!

Hasta que salió Kiko Rivera, el informativo de la televisión me había convencido de que moriría de Covid, de hambre o de cáncer

El informativo de la televisión me dio tres malas alternativas: o moría de Covid o de pobreza, porque España está colapsada con colas de hambres, o de cáncer de pulmón, porque muchos casos de este mal también son asintomáticos. Está claro que, como afirma una amiga suiza, en su país, las televisiones le informan, y en España le incitan al suicidio. El sensacionalismo y la brutalidad emocional han contaminado todas los telediarios de las privadas y amenaza, de modo muy serio, con saltar a las públicas con algunas avanzadillas en RTVE.

Fue en octubre de 2017 cuando comprobé la extraordinaria diferencia que había entre lo que se vivía en las calles de Barcelona y lo que contaba La Sexta. Hubo algunos días tensos, como el 1 y el 3 de octubre, pero lo que narraba esa cadena era una revolución popular contínua que no cesaba nunca. Fue La Sexta la que estrenó en sus espectáculos informativos esos tonos de tensión que suenan bajo la voz de los intervinientes y que son como el descorrer de las cortinas de la ducha de Psicosis.

Y, en esto que sumido en una honda preocupación de ésas que te estrangula la garganta y te hunde el pecho que salió Kiko Rivera, de joven Paquirrín, en Tele 5, con cara de conductor de la ruta del Bakalao. El culebrón del Falcon Crest de Andalucía, que le llama Diego Géniz, me deja indiferente, pero me divierte y me hace olvidar no ya la actualidad, que me parece fascinante, sino la cafeína en vena que te inyectan esos informativos tremendistas.

En octubre de 2017, allí en Barcelona, comencé a aficionarme a ver Forjado a fuego, que son unos tipos de Iowa o de Milwakee que compiten en fabricación de hachas, cuchillos, catanas y todo tipo de armas de hierro, y cuyo lema final es: "Esto mata". Espectacular. Y no causa daño, a pesar de su violencia latente.

El culebrón de Kiko, su madre tonadillera y sus hermanos guapos es el paradigma de la banalidad, qué quiere que les diga, ni me hacen pensar ni me motivan la más mínima enseñanza, pero a veces este show me parece más honesto que el maniobrero que se monta todo un informativo con el objetivo de engancharme en un circuito de dopamina que sólo lleva a la depresión o a la excitación crónica. Y a la mentira por exageración.

La serenidad de la lectura del diario en el desayuno, la profunda voz de la radio o el telediario bien hecho son más provechosos que toda la porquería de la Cantora, pero entre los paquirrines y los charlatanes, me quedo con Kiko.

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