¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Vituperio y loa de Aznar

Aznar sabe que fundar un nuevo partido sería traicionar su obra más importante: la gran unificación del centro-derecha

La periodista Victoria Prego se lo dijo recientemente a Paco Correal en una entrevista: "Zapatero es el peor presidente de la democracia…". Ninguna objeción, pero nosotros añadiríamos: "… y José María Aznar, el peor ex presidente". En los últimos días estamos leyendo y escuchando mucho sobre la teoría de los jarrones chinos, esos objetos suntuarios, frágiles e inútiles en los que se convierten los jefes del Ejecutivo cuando tienen que abandonar La Moncloa. De toda la corta colección que atesoramos en España parece claro que el madrileño es el que menos ha comprendido que, en política -como en la vida misma-, la influencia es directamente proporcional al cargo que se ocupa. No es nada personal, simplemente ley.

Hace años tuvimos la oportunidad de comer en petit comité con Aznar. Nos sorprendió lo incapacitado que estaba para la seducción, algo raro en un político que había alcanzado las más altas cotas del poder. Sencillamente, era como lo describían sus detractores: serio, insulso, displicente y soberbio. Pero eso, como ustedes comprenderán, no es suficiente para negarle sus muchos logros. Entre estos, la ofensiva final para derrotar a ETA. Él fue quien sacó a las fuerzas de seguridad del Estado del lodazal en el que otros las habían metido y se propuso derrotar a los terroristas con las armas de la ley y la diplomacia, así como dotando a los servicios de inteligencia, Guardia Civil y Policía de los medios necesarios para desarrollar su labor. Su gran error, ya lo saben, también tuvo que ver con el terrorismo: la nefasta y tramposa gestión que hizo de los atentados del 11-M. Aquellos trágicos días, por otra parte, casi nadie estuvo a la altura, empezando por el sacrosanto pueblo español. El 11-M hizo del vigoréxico Aznar un hombre aún más encerrado y desconfiado, cocido en su propio rencor.

Defender a Aznar no es rentable, excepto si uno está en la nónima de la FAES o si le mueve el noble sentido de la lealtad, como es el caso de Cayetana Álvarez de Toledo -el junco más frágil del thatcherismo español, valga el oxímoron-. La izquierda hace mucho que colocó a Aznar a la cabeza de su lista más negra y para la derecha es un ser incómodo, que le recuerda su cara menos guay, su viejo espíritu mesetario, hoy tan puesto en duda. Probablemente, es consciente de que le volaron los puentes de regreso a la política activa. Fundar un nuevo partido -como algunos especulan- sería traicionar su obra más importante: la gran unificación del centro derecha-español.

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