Vírgenes

Respeto las tradiciones, me parecen hermosas, útiles, horrísonas, preciosistas o ridículas

Cojamos las piedras para nuestro tejado. La prensa tiene una responsabilidad enorme en la creación de los caldos sociales, no descubrimos nada que el poder no utilice, pero precisamente por eso debería ser muy cuidadosa cuando podría dejar una impronta de racionalidad y tolerancia.

Tras esta ringla de fiestas veraniegas, marianas la mayoría y en tantas partes enlazadas con las de la vendimia (disfrazadas a veces como religiosas), pongo la radio o leo la prensa (qué antiguo) y leo y oigo locuciones dando a entender literalmente que la Virgen recorre las calles, la Señora saldrá, visita, parará... No hace falta aclararlo, pero la tercera persona del verbo (con minúscula, la otra es mayor) da a entender que alguien ejecuta la acción y he aquí mi discrepancia...

Yo respeto las tradiciones, me parecen hermosas, útiles, horrísonas, preciosistas o ridículas, no dudo de sus intereses económicos y hasta políticos, pero trasladar la idea de que una figura material inanimada tiene voluntad e incluso capacidad automotriz es deslizar una fábula que, bien entendida, es hasta graciosa o teológicamente exagerada, pero temo que no toda la feligresía estuviera de acuerdo en aceptar que es sólo una cosa, y nada más, y que por tanto: no está viva, característica propia de lo semoviente desde Tales de Mileto.

La prensa ha de contribuir a evitar los fanatismos. Para empezar discrepo de esta idea según la cual noticia es aquello que me rellena la página, la web o la entrada radiofónica. Una procesión salvo milagro verdadero y constatable o desgracia súbita no es una noticia, darla ya es una posición ideológica, pero contribuir a extender las ideas extravagantes de las creencias religiosas como si no tuvieran alternativa o fueran lo más normal del mundo, son aguas que traerán tarde o temprano los más pestilentes lodos.

La imagen transmitida por el periodismo que acríticamente se expresa así es, y déjenme ser cruel para que despertemos un poco, un síntoma de falta de formación y de altura intelectual que casa maravillosamente con los niveles ortográficos, léxicos o de dicción (resumidos en la incapacidad de leer un texto correctamente trasladando la idea de lo que se entiende, y se pretende transmitir) que luce la prensa más joven. No es su culpa, todavía; la vida es corta y el arte largo, pero hay que estudiar, pensar y vivir... bien.

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