Aníbal, como todos ustedes saben, fue un tuerto general cartaginés, que tras conquistar la Hispania de entonces, alistó a treinta mil mercenarios celtíberos,-esa fue la primera mano de obra cualificada que salió al extranjero, según Pérez Reverte-cruzó sorpresivamente la cordillera de los Alpes, y cogió a los romanos, literalmente por su trasera. Les dio la del pulpo en Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, donde palmaron más de cincuenta mil enemigos. Como símbolo de su determinación, se dice que desde pequeño, juró odio eterno a los romanos. Bueno pues en eso, yo soy igualito a Aníbal, sólo que con el brócoli. No se crean que es una manía, aunque de viejo dicen que se acentúan y ya estoy en lo que Manrique llamó, el arrabal de senectud. El asunto tiene una causa. Déjeme que se la cuente.

Una serie de culto de TVE, cuando no estaban de moda las series, fue "Historias para no dormir" del inolvidable Chicho Ibáñez Serrador. Eran historias de ciencia-ficción, inspiradas en las de Ray Bradbury , Arthur C. Clarke y otros autores del género. En una de ellas, llamada creo recordar "Los Bulbos" un tipo solitario que vivía en una lúgubre casa, cultivaba en su sótano unos bulbos misteriosos que iban creciendo e inundando el hogar, hasta asfixiar a su propietario. En esa atmósfera agobiante, descubrí aterrado que el bulbo maldito, ¡era brócoli!. Desde entonces, no puedo dominar mi repelús, cuando lo veo verde y desafiante en las fruterías. Cuando alguien lo compra, siempre pienso: Sí, sí, descuídate un poco y verás lo que te hace el muy cabrito.

Ahora, entre las alertas por la carne mechá y otros cárnicos y las contaminaciones por mercurio y anisakis de los pescados, nos están llevando poco a poco al abismo vegetariano. Es una conspiración que ríase usted, de la de la muerte de Kennedy. Pero hombre, ¿cuándo se ha visto a un gorrión que pese cien kilos?. Me parece muy respetable la gente que se alimenta sólo de vegetales, pero eso no va conmigo. Para luchar contra la conspiración, ya no compro nada en el súper que contenga las palabras vegano, vegetariano, vegetal, bio, ecológico, natural, casero, orgánico y de la abuela. Sé que es un buen negocio para ellos, pero a mí nunca me conquistarán y si vienen a por mí, me refugiaré con mi amigo Cándido, mi jamonero del alma, en su tienda de Tarifa. Allí nos defenderemos con la caña de lomo, el morcón, el queso y el jamón. Todo ibérico, claro. Brócoli no. Gracias.

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