Podría parafrasearse a Juan Ramón en su poema más corto y, al tiempo, más conocido de su obra. Escribió el Nobel moguereño una pincelada tan hermosa como esto: ¡No le toques ya más, que así es la rosa! Así, entre signos de admiración que en este caso podría cambiar a signos de estupefacción por lo que, día a día, se hace con el fútbol desde tiempo inmemorial y muy en especial desde que arribaron ciertos mandarines a su puente de mando.

Como la rosa que el poeta quiere que permanezca indemne. Algo parecido es lo que desearíamos para nuestro deporte favorito, para ese fútbol que llegó a primer espectáculo del siglo veinte mediante unas reglas prácticamente inmutables en el que sólo cambiaba el balón para martirio de los porteros. Pero la ola de cambios llegó y cada vez con más virulencia, mostrando sus puntos más chocantes en la celebración de un Mundial en invierno y en la exportación de la Liga.

Y con calzador entró también la tecnología que permite rearbitrar los partidos. Pero los cambios más bruscos, inesperados e inconsecuentes no se han hecho esperar y a ese Mundial en un país como Qatar que exige temperaturas de su invierno se une ese invento de Tebas de que se jueguen partidos de la LaLiga en Estados Unidos. Y a todo esto, sin consultar a los que llevaron el fútbol a la cima de la atención mundial, que son los aficionados que se apiñan en los estadios.

Se debería hacer hincapié en que para que la televisión decidiese enriquecer el fútbol hizo falta que las aficiones respectivas se hicieran cada vez más ricas en el número de sus componentes. Y veo como gran faena privar a esos pioneros que engrandecieron el fútbol de algún que otro partido de su equipo. Dice el inefable Tebas que sólo serán partidos de Madrid y Barça los que se jueguen en Yanquilandia. Esperemos que lo hagan como local y no como visitante. En fin...