Juan Antonio Palacios

¡Vamos a lo nuestro!

Era el grito de un grupo de egoístas, aprovechados y caraduras que se metieran donde se metieran, siempre iban a su bola y no desaprovechaban la oportunidad para ver que podían sacar en su propio beneficio, cayera quien cayera.

Lo demás, no les interesaba demasiado, y entre ellos el trabajar y el respetar a los otros, brillaba por su ausencia y se las traía al fresco. Cuando estaban ante un problema procuraban crear un laberinto, para que reinara la confusión y nadie se enterara de nada, con lo que ellos podían hacer lo que les diera la gana, que era su especialidad.

Ni eran leales ni se mostraban agradecidos, y solían hacer lo contrario de lo que predicaban, lo que generaba una atmósfera de desconfianza a su alrededor. Era muy difícil que crearan equipos, ya que quemaban al más pintado con sus mentiras sus manejos y sus trajines.

En su egocentrismo su lema era: ¡vamos a lo nuestro! Y a los demás, pues que les den… Ya que ande yo caliente, ríase la gente y estando yo fresquito a los otros que les den mucho. Eran todo un ejemplo de deseos de grandeza y omnipotencia no satisfechos y de utilizar a los otros como meros instrumentos a su servicio. Este me hace esto y el otro lo de más allá.

Debemos estar atentos porque en su actuación permanente, parecen convencidos de todo lo que dicen, pero no les crean, pueden resultar persuasivos y ser capaces de actuar como si tuvieran una gran autoestima, cuando lo que esconden es una enorme inseguridad.

Y en ese camino de fragilidad, lo intentan compensar mediante esfuerzos para ser respetados, reconocidos y admirados por los demás, aunque ellos presuman de humildad y de no querer ni desear ningún tipo de reconocimiento. ¡Cuánto timo!Aunque nos parezca increíble, esta banda de sujetos se creen poseedores de grandes talentos y habilidades especiales, y por tanto hacen un gran esfuerzo porque se sienten rodeados de torpes. Les encanta el fraude y el roneo, por lo que pierden el trasero por una foto y ser atendidos por personas con mayor autoridad, capacidad o prestigio.

Su mundo no es real sino virtual, y lleno de fantasías de poder, éxito y conocimientos. Solo son capaces de aceptar la realidad que encaja con sus ensueños de grandeza, de personas perfectas y admirables que jamás se equivocan.

Con esa perspectiva, son incapaces de reconocer los sentimientos de los demás, pero ellos necesitan ser admirados, alabados y halagados continuamente, mientras se muestran insensibles para valorar las características personales de las personas que le rodean, y que le han demostrado un compromiso, una empatía y una gran afectividad.

Utilizan todo tipo de argumentos reales o inventados para cambiar la realidad a su antojo, mientras que reaccionan de forma excesiva y desproporcionada ante las críticas que reciben, sintiéndose muy ofendidos ante cualquier opinión desfavorable y excesivamente susceptibles.

Aunque nos resulte extraño, necesitan los aplausos de los demás, pero son incapaces de asumir una crítica y mucho menos de asumirla. No resisten la comparación con los demás, ya que no son capaces de aceptar como normal, el éxito ajeno, con lo que sienten una gran envidia.

Sus egoísmos les provocan cierto afán de exhibicionismo, el sentimiento de tener derecho sobre otras personas, de poseer privilegios y prebendas, de utilizar a los demás como títeres que pueden manejar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios