Tiempo muerto

javier malla

Vamos a por la cuarta

No sé si la saturación de información sobre el Covid-19 les habrá permitido leer o escuchar en los últimos días las declaraciones de Christian Drosten, epidemiólogo de referencia alemán que viene a ser algo así como nuestro Fernando Simón, que ha pronosticado algo que todos intuimos a tenor de lo que vemos a diario en nuestro entorno y que no es otra cosa que la llegada en el mes de abril de la cuarta ola de la pandemia.

Sí, la cuarta ola, en plan Rocío Jurado y sin anestesia, y que en esta ocasión irá bajando en la edad de las víctimas llegando hasta los más jóvenes que, por el momento, se han sentido menos amenazados por el brazo ejecutor del virus.

Y es que lo que dice el alemán tiene mucho sentido, los mayores empiezan a estar vacunados y en el mes de abril se esperan contagios masivos diarios porque en marzo las restricciones se suavizarán intentando encontrar un equilibrio en la tan ansiada vuelta a la normalidad y en la carrera por suavizar el desastre económico.

Pero es que estamos escuchando que viene la cuarta ola y parece que estamos deseando zambullirnos por debajo de ella como hacíamos de chicos en El Rinconcillo en los días de levantera: "Shhh, shhh, que viene que viene… shhh, shhh, que viene que viene". Porque a locos no nos gana nadie y cuando se es joven uno piensa que no hay ola que lo aniquile.

No sé si se han fijado que en los Mercadonas, Carrefoures y similares se acabaron los geles a la entrada, sin guantes, y con el mismo rigor en los aforos que en los antiguos autobuses urbanos de la CTM en los que íbamos a la playa con un cobrador atrás pasándote el tiquecito sobre el personal hacinado.

Y es que no sé si les pasa a ustedes también pero es que estás cogiendo unos aguacates en la zona de frutería -tocándolos porque los aguacates hay que tocarlos para que no sean piedras- y compruebas que te están echando el aliento por detrás del cogote mientras cogen los tomatitos cherrys con mascarilla quirúrgica en la barbilla, toda negra del rozamiento y llena de pelotitas.

No podemos evitarlo, nos relajamos, cuando nos quitan el pie del freno y pisamos rápidamente al acelerador, nos desmadramos, queremos recuperar los meses perdidos, nos desbocamos y perdemos el sentido de la prudencia. Ya pasó en Navidad, con colas para hacerse fotos con las luces de la Plaza Alta y para montarse en el trenecito mientras el Punta Europa se convertía en un "hospital 100% Covid".

Drosten y Simón nos están advirtiendo estos días de la continuidad de la tragedia humana pero seguimos caminando con paso firme hacia ese holocausto, sin importarnos las vidas que se están quedando por el camino, y participando en silencio de la agonía de nuestro sistema sanitario público que, éste, sí que se ahogará bajo estas olas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios