La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Vacuna contra el nacionalismo

Andalucía está a salvo del sarampión nacionalista por su propia naturaleza: su historia y su cultura la inmunizan

Afortunadamente el patoseo del nacionalismo andalusí babuchero pasó a la historia. El Estado de las Autonomías, aún tan caro y necesitado de reformas -entre ellas devolver al Estado ciertas competencias (como educación) que nunca debieron quedar en manos de los talibanes nacionalistas-, fue clave para la estabilidad del más largo periodo de libertades democráticas que España ha conocido. Aquel minoritario pero ruidoso nacionalismo andaluz ha quedado reducido a que en los colegios les pinten a los niños las caritas de blanco y verde, y al folcloreo pelotillero para con la voz de su amo de Canal Sur, que hoy dedicará cinco horas de programación a los actos institucionales y estrenará un culebrón nativo ("thriller con intriga, de enredos amorosos y empresariales en torno al aceite", según la cadena).

Andalucía está a salvo del sarampión nacionalista por su propia naturaleza: su historia y su cultura la inmunizan. Tanto la historia remota de sangres unas veces derramadas y otras mezcladas como la reciente. La desgracia de carecer de industrialización y burguesía en el siglo XIX supuso la suerte de que también careciéramos de quienes, como Almirall en Cataluña o Arana en el País Vasco, quisieron convertir sus provincias o regiones en estados nacionales. Nunca ha cuajado aquí esa supuesta incompatibilidad entre ser vasco o catalán y ser español. Nunca han prosperado aquí esas ansias conservadoras y burguesas sorprendentemente asumidas después por la izquierda. Nunca se ha cultivado ese patriotismo estratégico que encubre intereses muy concretos de muy concretos grupos o que utiliza una bandera para tapar corrupciones haciendo cierta la famosa frase del doctor Johnson, "el patriotismo es el último refugio de los canallas". Johnson, como aclara su excepcional biógrafo James Boswell, "no se refería al verdadero y generoso amor por nuestro país, sino a ese falso patriotismo que tantos, en toda época y en todo lugar, han exhibido para ocultar sus propios intereses" (hay edición española de la admirable Vida de Samuel Johnson de Boswell en El Acantilado). No hace falta que pongamos nombre a quienes practican el falso patriotismo que encubre intereses, ¿verdad?

Gracias a esta ausencia de nacionalismo andaluz, hasta extinguido como extraparlamentario el PA, no tenemos que aguantar aquí a un Homs que diga que si hay penas por el 9-N "será el fin del Estado español". ¡Uf!

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