Terminaba Leopoldo Abadía una conferencia en la UNED, cuando accedió amablemente a que el público pudiera hacerle preguntas. Estábamos ante unas elecciones generales y uno de los asistentes inquirió su opinión, sobre quién ganaría la contienda. Tras un breve suspiro, contestó con rotundidad: "Ángela Merkel". Bueno, eran tiempos de crisis económica, y todos los españoles estábamos mirando a Alemania, por aquello de los recortes tras una época de burbuja inmobiliaria y crédito fácil. Hace pocos meses, la racionalidad gélida de Bruselas enfrió los delirios independentistas en Cataluña. El borrador de los Presupuestos Generales del Estado se envía a la Comisión Europea, para ser comentado por la misma, y los Tribunales de Justicia Europea reciben apelaciones a las sentencias dictadas por nuestros Tribunales. ¿Nos damos realmente cuenta, de la importancia de Europa en nuestras vidas?

La vieja piel de Europa ha sido históricamente un campo de batalla perpetuo, regado con la sangre de millones de europeos. Gracias al coraje de los padres fundadores de la Unión, cesó la sangría, con alguna excepción como la antigua Yugoeslavia, y se nos proporcionó el mayor espacio de libertad y prosperidad en el mundo actual. Déjenme que les cuente una batallita. En mi adolescencia, tuve el privilegio de vivir un mes en París, mediante un intercambio estudiantil. Todavía recuerdo el complejo de inferioridad que sentía, al pasar a una sociedad en color, desde una en blanco y negro. Y esa vergüenza, no era nada comparada con la de mis compatriotas que emigraban con lo puesto y sin conocer idiomas, a por ejemplo Alemania. Para colmo, siempre había alguien que al saber que eras español, te preguntaba por cómo iba lo de Franco. Cuando volví, me llevé una semana encerrado en casa. Me horrorizaba tener que decirle a los amigos, como el mutante de Blade Runner: "He visto cosas que ni os imagináis". Afortunadamente hoy, nosotros y nuestros hijos somos ciudadanos europeos sin complejos, gracias a programas como el Erasmus, la moneda única y el Parlamento Europeo. Estamos, cada vez más, acostumbrados a vivir y trabajar en entornos multiculturales y contribuimos con nuestro esfuerzo, al progreso de todo el continente. En las elecciones europeas del domingo, con el asalto de los nacionalismos, nos jugamos más que nunca nuestro futuro, así que por favor no se quede en casa, vaya a votar y afine la papeleta, cualquiera que ésta sea. Merece la pena.

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