La guerra de Ucrania está alcanzando cotas de inhumanidad y salvajismo por parte de los agresores rusos que era difícil pensar que se pudieran ver en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Arrasar pueblos y ciudades transformando toda instalación civil en objetivos de la potente artillería rusa es una de las tácticas de un dirigente fanático con el objetivo de doblegar el espíritu de resistencia ucraniano. Las consecuencias de esta agresión constituyen una tormenta perfecta de inestabilidad capaz de generar ondas de choque en diferentes ámbitos que se extienden por todo el planeta.

La destrucción de silos, instalaciones agrícolas, el saqueo de los almacenes de grano y su robo hacia Rusia, sumado al bloqueo de los puertos comerciales ucranianos en el mar Negro va a tener una enorme repercusión en la escasez de productos alimentarios básicos como trigo, maíz y cebada, con la consiguiente escalada de precios e incremento de la especulación. A ello se debe añadir el efecto de las sanciones impuestas a Rusia, una de las principales potencias mundiales en la exportación de productos agrícolas. Los países más afectados serán los de la orilla sur del Mediterráneo, grandes dependientes de importación de trigo ucraniano, y otros en África y Asia, como India. La ONU ha avisado recientemente que decenas de millones de personas alrededor del mundo sean arrastradas a la inseguridad alimentaria. Las crisis alimentarias que han existido previamente en la historia son una de las principales causas subyacentes de procesos revolucionarios que se acompañan de graves tumultos y revueltas violentas que pueden desembocar en guerras civiles. Recordemos que uno de los desencadenantes de las revoluciones árabes de 2011 (incorrectamente conocidas como "primaveras árabes", hoy sumidas en un cruel invierno de represión) fue el alza de los precios del trigo y el encarecimiento del pan. No hay duda de que el inicio de un proceso de crisis alimentaria en el norte de África, territorio con graves problemas previos de estabilidad institucional y desarrollo económico y social, impactaría también directamente e indirectamente en la orilla norte del Mediterráneo, además de multiplicar los flujos de migración hacia Europa.

Este proceso crítico de inseguridad alimentaria se agrava considerablemente en el contexto de un proceso de cambio climático global con la disminución de los recursos hídricos, desertización y pérdida de terrenos cultivables precisamente en los países más afectados por el cierre de los canales comerciales internacionales de productos agrícolas desde Ucrania y Rusia.

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