Campo chico

Alberto P. de Vargas

De Turismo ni mijita

ASimón Sánchez Montero, uno de los más ortodoxos y obedientes comunistas que en el mundo han sido, se le ocurrió, allá por los años primeros del postfranquismo o, si se prefiere, de la Transición, decir a voz en grito mitinero, en pleno Ayamonte y en campaña, algo así como que los problemas de España no iban a ser resueltos por la Virgen del Rocío. Le tuvieron que sacar escoltado unos números de la Benemérita que andaban por allí tratando de que se guardaran las formas. No sé yo si a Javier Soto González se le puede llamar comunista, más bien creo que no, pero hoy por hoy no nos queda otra concesión a esa reliquia de la nómina política que su aplicación a la gente de Izquierda Unida. Ya sé que en esta formación; a cuyos miembros y participantes, amigos y deudos se les debiera, yo ya lo hago, llamar izquierdistas trasladando lo más expresivo de su denominación legal; lo que se dice comunistas hay cuarto y mitad contando a Paco Acevedo que es algo así como el Arcángel San Gabriel del comunismo. Pero a mí me complace aludir al precedente de la coalición que acoge a no pocos verdaderos marxistas, a quienes intuyen lo que el marxismo, en su versión más dulce y utópica, proclama, y a algunos de los que se apuntan en lista de espera. Por estos lares, las listas de espera están más acá del PSOE que es el horizonte. Yo le diría a Javier Soto que, a pesar de su formidable coherencia, echara las barbas a remojar después de lo de Sánchez Montero y recurriera a su mano amiga, la mano izquierda, para lidiar con el problema que ha planteado al referirse a las subvenciones que reciben las Cofradías algecireñas.

En esto de la religiosidad popular hay que andar con cuidado en Andalucía, y de puntillas. Nuestro admirado concejal que bien podría asesorarse, dada su proximidad a la Casa Salesiana, por los devotos de María Auxiliadora, ha levantado a los cofrades de sus piadosas conchas negándoles el pan y la sal en los dominios turísticos. Y nada se le puede reprochar porque la coherencia de su proyecto reduce a la crítica al silencio. El problema radica en que en nuestra tierra, una cosa es la Religión y otra la religiosidad popular. Tanto es así que, aunque ya entraré en ello en otro momento, se alude al supuesto islamismo de Blas Infante como motivo descalificador de su consideración como padre de la patria andaluza. Y eso que Andalucía ha sido pagana, judía, musulmana y cristiana, más o menos en las mismas dosis. La Semana Santa de Algeciras, como otros referentes de la religiosidad popular, ya estuvo amenazada en los ochenta. Entonces andaba Javier Soto de meritorio en el PSOE y lo sabe bien. Pero también sabe que hubo que echar marcha atrás porque los votantes empezaban a mirar para otro lado. En cuanto Soto caiga en la cuenta de que el asunto va de política y no de religión tendrá que hacer lo mismo que sus antiguos compañeros de la era protagonizada por Ernesto Delgado, recular y envainársela. Juan Antonio Palacios podría asesorarle en el renuncio que, inevitablemente, le espera.

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