Trabajadores gratuitos

Vivir es adaptarse, de acuerdo, pero el llamado progreso a muchos les coge algo mayores

Los ejecutivos de las empresas no son tontos ni ángeles de la guarda. No les pagan por mirar por nosotros ni por defender nuestros intereses, sino los suyos y en cada ejercicio deben aumentar beneficios de una forma ilimitada e insaciable. Las ganancias han de ser cada vez mayores y los gastos menores. En principio, nada que objetar, es su trabajo, pero han conseguido que todos seamos trabajadores anónimos gratuitos dentro de su empresa y, con frecuencia, penalizados. Antes se sabía el valor de las cosas. Podría parecernos caro, barato o razonable, pero todo tenía un valor y los empleados de las empresas y funcionarios públicos realizaban su trabajo y ayudaban a resolver los problemas que pudieran surgir. Eso se acabó, por lo visto. Ahora haga usted el trabajo y, si necesita ayuda, pague.

Si usted quiere hacer la declaración de la renta, no tiene más remedio que hacerla por internet, tenga usted o no tenga; búsquese la vida y que algún familiar o amigo se la haga o bien se gasta el dinero en una gestoría. Además de cornudo, apaleado. Usted gástese su dinero y su tiempo para pagar y si no lo hace correctamente, a pagar recargo. Más apaleado todavía. El banco le cobrará por llevar allí sus ahorros y se convertirá en empleado gratuito de banca, porque tendrá que hacer desde casa sus transferencias, pagar recibos o sacar su dinero a través de un cajero automático, haciendo un trabajo gratuito, aunque no por ello exento de comisiones y cuotas de mantenimiento.

Si usted quiere viajar, sea vuelo caro o barato, haga todas las gestiones, reserve, imprima y pague. El pasaje puede ser lo que llaman low cost, pero a lo más mínimo le cobrarán por imprimir la tarjeta de embarque, por llevar un chaleco de más que le haga rebasar el peso estimado, por reservar asiento junto a la ventanilla y no me extrañaría que pronto cobrasen un plus por ir a hacer pipí en el avión, toser o respirar. A la más mínima distracción el azafato le reñirá de forma impertinente y agresiva, por el simple hecho de haber olvidado abrocharse el cinturón de seguridad o regresar del servicio cuando ya debería estar sentado. El embarque y las normas necesarias para llegar a él le harán sentirse un animal de granja que camina por senderos acotados, como si fuese una res camino del matadero. Vivir es adaptarse, de acuerdo, pero el llamado progreso a muchos les coge algo mayores.

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