Con el paso de los años, cada vez me cuesta más trabajo entender algunas posturas que, a mi modo de ver, son contradictorias o, directamente, insostenibles. Hace unos días la Corte Suprema de Estados Unidos ha declarado que el aborto no es un derecho constitucional, lo que, en la práctica, está significando su prohibición en un numeroso grupo de estados gobernados por los conservadores republicanos. Justamente, al poco, se ha conocido la tremenda noticia de una niña de 10 años, embarazada después de una violación, que ha quedado desamparada por la ley y abandonada a su suerte. Para un determinado número de personas está claro que es más importante preservar una hipotética vida de un ser que aún no existe, que la de una cría que es doblemente víctima y que se enfrenta a una situación dramática. También es notorio el absoluto desinterés por el porvenir de esa futurible criatura a la que se le ofrece un panorama de terror antes de su nacimiento.

Junto a esto, que considero de una insufrible hipocresía social, está la permanencia de la pena de muerte en otra buena parte de los territorios USA. Igualmente, quitarle la vida a una persona, con rostro y nombre, con entidad e independencia individual, parece importar menos que esa defensa a ultranza del cigoto. Además, sabiéndose de forma incuestionable, que muchos de los procesos judiciales que han llevado a la condena máxima, están plagados de arbitrariedades, discriminación, frecuentes errores y, en definitiva, de crueldad, porque la supuesta justicia tampoco es infalible ni ecuánime.

No comprendo cómo no hay manifestaciones multitudinarias de todas aquellas personas que dicen defender la vida desde su más prístino pulso, movilizándose en contra de la pena de muerte. Es más, aunque parezca de locos, por lo general, son las mismas personas que defienden a los embriones, quienes apuestan por la pena capital. Se trata de ese sector ultraconservador, defensores también de la libertad en el uso de las armas, en un país que cuenta por miles las víctimas por tiroteos y en el que cada día se producen varios episodios de terrorismo. En realidad, esta forma de pensar no es exclusiva del gigante americano y aún está por ver cuántos de esos movimientos pro vida adoptan posturas tan firmes en la defensa de la vida ya existente.

¿Estupidez? ¿Fanatismo? ¿Fascismo? Y fíjense que no estoy reivindicando derechos de las mujeres, ni estoy hablando de feminismo, si no, simplemente, de coherencia, de lógica. Pero, a veces pienso que hay una dualidad terrible anidando en muchos de nuestros corazones. Esa mezcla insoportable entre ignorancia y fanfarronería que nos lleva a ser tontos y malos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios