Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Tomemos la palabra

No podemos esperar a que sean otros y con otros ojos quienes vengan a describir a la carrera la realidad de La Línea

El padre de María Antonia se despidió por la mañana de los suyos para ir a trabajar sin tener ni la menor idea de que su vida y la de los suyos iba a cambiar de manera total a partir de ese día. Su esposa le vio montarse en la bicicleta camino del Peñón, pero al cabo de un rato se vio sorprendida al verle regresar con la cara demudada. "Han cerrado la Verja", fue su explicación. Nunca más volvería a vestir el uniforme de camarero en el restaurante de Gibraltar donde hasta entonces había prestado servicio. Era el 8 de junio de 1969. De golpe y porrazo, los Peña se quedaron sin fuente de ingresos y, como ellos, otras 4.800 familias de la localidad. La ciudad, que en sus buenos momentos llegó a contar con 100.000 habitantes, perdió en el lapso de pocos años, quizá meses, la friolera de 30.000 habitantes, obligados a emigrar para poder comer.

Los Peña acabaron en Huelva, ciudad donde echaron raíces y donde María Antonia se convirtió el año pasado en la primera rectora de su universidad. No olvida sus raíces y se confiesa tan piojosa como la que más, gentilicio que defiende con orgullo antes quienes la escuchan por esas tierras hermanas y sureñas bañadas por el Atlántico, que cuentan también con un gran puerto, abundante pesca, una gastronomía de lujo, un polo industrial con una refinería de petróleo, playas eternas... y una conexión ferroviaria del S.XIX.

Catedrática de Historia Contemporánea, María Antonia Peña Guerrero (La Línea, 1966) ha escrito este verano en su perfil de una red social la siguiente reflexión, que me permito reproducir tal cual aun a riesgo de que muchos de los lectores ya la conozcan. Estoy seguro de que no les importará releerla: "Un año más se me van acabando los días de vacaciones en mi pueblo. Aunque haberlos, haylos, no me he cruzado con narcos (ni siquiera con la Guardia civil que va tras ellos), sino con las buenas vecinas de siempre, con gente humilde, trabajadora y hospitalaria que recibe, como siempre, a los turistas. No he presenciado ningún desembarco de hachís, pero sí a los alevines de la Balona entrenando en la playa al atardecer. He disfrutado de estas aguas transparentes, he conversado con el librero de la Librería Ares, he comprado pata al horno a un charcutero amabilísimo y he reincidido con los helados de Monerris. Hay una poderosa sobredosis de geografía y realidad en este lugar de frontera tan maltratado por la historia de los estados nacionales y tan abandonado por sus dirigentes. Y también hay algo poderoso que engancha... y mucho".

Es hora de dar la vuelta a la tortilla y demos valor a testimonios como el de Peña, quien por cierto merecería ya algún reconocimiento institucional de sus paisanos. No podemos esperar a que sean otros y con otros ojos los que vengan a describir a la carrera la realidad de La Línea, pensando en el informativo de la noche o en la exclusiva forzada. Tomemos la palabra.

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