Si hay un cuadro que produce en mí una cierta desazón al contemplarlo, ese es sin duda el Saturno devorando a su hijo, de Francisco de Goya. Perteneciente a la serie de Pinturas Negras del genial pintor aragonés, decoraba la entrada del comedor de la Quinta del Sordo. El motivo, extraído de la mitología griega, representa al titán Crono, Saturno en la mitología romana, en el momento de comerse a uno de los hijos de Rea su mujer, para evitar ser destronado por uno de ellos. Sólo se libró un tal Zeus y lo demás, es otra historia. La imagen es de una ferocidad y salvajismo, difíciles de asimilar. Cuando Freud hizo un estudio psiquiátrico sobre este cuadro y del de Rubens, con el mismo tema, no se le ocurrió tomarse al pie de la letra, lo que representaba realmente. Habló de metáforas, sobre la ancianidad y la sexualidad en decrepitud y hasta de la frustración de Goya por haber sido rechazado por la Duquesa de Alba, debido a su humilde linaje. ¿Quién en su sano juicio va a quitar la vida, a un hijo?. Era tan infrecuente el suceso, como inusual el término legal aplicable: filicidio. Pero, ¡ay!, la realidad, siempre supera a la ficción.

No sabría decirles, si es falsa mi percepción de que de unos años acá, han aumentado los casos en que un cónyuge vengativo, en trámite de separación, decide matar a sus hijos y culmina la historia, como el asesino de Castellón, suicidándose o cómo aquel de Córdoba que se deshizo de los cadáveres, quemándolos y haciéndose el loco. Les juro que sólo ahora, el citado cuadro de Goya ha cobrado para mí, su verdadera dimensión. Como en los fusilamientos del 3 de Mayo, la carga de los mamelucos o aquel que representa un duelo a garrotazos, Goya nos presenta, como en un espejo, lo más innoble de la condición humana.

Es curioso que ahora, cuándo más se lucha contra la violencia de género, crezca el número de víctimas. El aumento notable del número de separaciones matrimoniales, según los últimos datos disponibles, no permite albergar muchas esperanzas. Dicen que educar a los más jóvenes es la única solución y estoy de acuerdo en ello, pero también me inquietan los casos de acoso, crecientes en las aulas. La violencia es una hidra de múltiples cabezas. Cuando conozco, un nuevo caso de asesinato cobarde de unos niños indefensos, me acuerdo de las últimas palabras del coronel Kurtz, en Apocalypse Now: ¡ El horror, el horror……!.

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