Es loable el intento de los gobernantes de emular los logros de otras localidades o comarcas que, bien sea por la existencia de unas más favorables condiciones de desarrollo o por la ausencia de lastres que retarden su progreso, ofrecen a sus habitantes unos más altos estándares de calidad de vida. Desafortunadamente, nuestro Campo de Gibraltar está entre esos sitios que encuentran muchas cosas que imitar y en muy variadas parcelas respecto a otros pueblos y regiones. Parecería razonable, por ejemplo, que nos mirásemos en el espejo de aquellas zonas de España que disfrutan (o están en trance de hacerlo) en sus conexiones ferroviarias de la "alta velocidad" y que exteriorizásemos nuestro descontento con la única vía férrea que nos une al resto del país que de facto es equiparable, en cuanto a prestaciones y fiabilidad, al "Union Pacific Railroad", aquél mítico tren que llegó a los confines del "Far West" y que sus principales hostigadores, los pieles rojas, bautizaron con el nombre de "El Caballo de Hierro". De la misma forma sería un lógico anhelo el que aspirásemos a poseer un aire y unas aguas tan limpios v.g. como los de San Sebastián o Mallorca y que, a tal efecto, nuestros mandatarios exigiesen el ansiado estudio epidemiológico del Campo de Gibraltar que, por fin, confirme y avale esa publicitada "verdad oficial" que certifica lo sorprendentemente salutífero que es nuestro entorno ambiental a pesar de la inflación de industrias químicas que rodean la bahía. Y cómo no añorar la pacifica convivencia de los vecinos de un Logroño o un Oviedo, cuando, en lo referente a los niveles de seguridad, el delegado del Gobierno en Andalucía y con ocasión de la incorporación de 50 policías en práctica a la comisaría de Algeciras, arengó a los jóvenes agentes diciéndoles que en el Campo de Gibraltar cursarían un auténtico máster de policía al concentrarse en este reducido territorio gran parte de los delitos que se encontrarán a lo largo de su carrera y que además se enfrentarán toda clase de mafias y malhechores (dado el concepto del lugar que implícitamente confiesa el delegado, lo natural es que durante su alocución le hubiese acompañado, metralleta en mano, algún trasunto del Benicio del Toro de "Sicario"). Sin embargo, no todo iban a ser frustraciones ya que hace unos días hemos logrado equipararnos a ciudades punteras como San Francisco, Madrid o Berlín en un peculiar apartado que, al parecer, los algecireños echábamos de menos: La fiesta del Orgullo Gay (Especial). Un tal "Maestro Joao" (augur que vaticina el porvenir magreando las nalgas del personal) hizo de ídem de ceremonias presentando a la pregonera: "Nacha la Macha" y a la gran estrella de varietés: "La Tacones", en un acto de exaltación de lo LGTBI. Valga -qué remedio- nuestra inesperada apuesta por el "arco iris", pero por Dios… tráigannos unos gays menos zafios y chabacanos.

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