José Carrillo Rojas

Presidente de la Asociación Parroquial del Stmo. Cristo de la Almoraima, Nuestro Padre Jesus Nazareno y Nuestra Sra. de las Angustias

Tarde de Viernes Santo

Tarde de Viernes Santo, sopla el viento matando el silencio, y azotando el gentío que se agolpa en pie la salida del templo del ansiado Cristo.

Fuera del viento, no se oye ni un sollozo, ni un suspiro y ese silencio que embarga a todos los allí reunidos, que escolta a la procesión por su recorrido, y que se transforman en comentarios cuando el Cristo está en su sitio. Las campanas no han teñido, esas que atraen al pueblo, sino un silencio de siglos.

Dentro del Santuario, oración y preparativos. Minutos antes de que se abran las puertas, es un costalero quien recibe del Stmo. Cristo su Costal de Plata por años de caminar en Viernes Santos chisparreros.

Por la puerta del costado, que se abre a la calle, sale el Cristo con la cruz a cuesta, Nuestro Nazareno, con los niños de penitentes y sus cirios con las llamas estremecida, temblando al viento agresivo. Dos filas de penitentes que miran sus propios cirios que persisten en sus dichos ¡Ay de los cirios y el viento! ¡Ay de las llamas Dios mío!

Juventud y veteranía cargan a hombros a Nuestro Padre Jesús Nazareno que con sencillez y elegancia recorrerán su estación de penitencia en Castellar.

Y después sale “el mejor de los nacidos” el de la Buena Muerte, nuestro Señor el Cristo de la Almoraima.

Lágrimas en el público angustiado, con el corazón compungido al paso del Santo Cristo.

Un susurro que se escucha “En esta tarde Sto. Cristo de la Almoraima vengo a rogarte por mi carne enferma, pero al verte mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza”.

Momento de agradecimiento, de rezo y oración que se encuentran con su Cristo, un Viernes Santo de procesión.

El silencio se impone, la angustia de una madre con su hijo muerto en brazos cruza el dintel de la puerta. Nuestra Sra. de las Angutias ya está en la calle a hombros de sus costaleras.

Orgullo de nuestra Hermandad, poniendo todas sus fuerzas en acompañar a esa Madre con el corazón roto y traspasado por un puñal, sin entender esa muerte, pero sabiendo en el fondo de su corazón que serviría para algo grande.

La procesión va pasando, y su estación de penitencia agotando, calles, avenida y sitios alternando los descansos con un andar comedido para regresar al Templo tras su recorrido.

La vuelta a casa del Santísimo Cristo se hace inmediata, en su caminar por Castellar también le acompaña la escolta voluntariosa y comprometida.

Agotando los últimos minutos, las lágrimas resbalan por los rostros de jóvenes y adultos, con frases recortadas van diciéndole al Santísimo Cristo lo que no le han dicho antes, peticiones que salen de sus corazones. Cristo de la Almoraima con tu corazón partido, pueblo de Castellar, pecador y arrepentido, que suba al cielo tu fe, la fe que siempre te han tenido.

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