El director de La Vanguardia, Màrius Carol, escribía ayer, en su habitual recuadro de "la segunda" ("Puro Hitchcock"), que en una ocasión le pidieron a Alfred Hitchcock que definiera el suspense. El maestro contestó: "Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Eso es el suspense". Cuesta creer que el investido por la mínima, presidente Sánchez, no sepa que tiene una bomba bajo la poltrona. Yo diría que lo sabe, pero cree que la puede desactivar a su gusto. Tal vez piensa que no es para tanto, que no va a estallar y que si de trapacear se trata, él ha demostrado de largo sus habilidades. Da la sensación de que ha llegado a la política, para hacer carrera, mirando el cómo sin el porqué de cada paso desde que pensó en ello. Su formación, iniciada en instituciones fiables, cuajó en chiringuitos de esos que han proliferado como las setas de cardo en condiciones climatológicas favorables. Posee el perfil de aquel al que no importa el camino sino dónde le lleva. La izquierda marxista tiene en sus raíces una elevada dosis de resentimiento, por eso no asume nunca la derrota en democracia y cuando obtiene beneficios del sistema, los apila hasta que le permiten acumular poder suficiente para destruirlo y conformar la dictadura del pensamiento único. Siempre fue así y siempre será así, porque la democracia no es compatible con la axiomática marxista ni con el dogmatismo gregario de sus seguidores. Precisamente, la socialdemocracia es un estadio avanzado del comunismo, donde se asume el juego democrático inspirado en el liberalismo y se abandona, como consecuencia de ello, el marxismo.

En este PSOE de ahora, apenas se notan las etapas de su progreso hacia la democracia liberal. Se abandona a su peor enemigo, al más destructor, al que ha horadado su evolución, al comunismo que lo ha implicado en las peores tragedias que ha sufrido España en las partes oscuras de su historia. Pero aún peor es su apoyatura en los enemigos del sistema. El duro camino que condujo en la Transición (mayo 1979, XXVIII Congreso del PSOE), al abandono del marxismo. La propuesta de Felipe González se topó con la apasionada oposición de figuras tan significativas como Luis Gómez Llorente y Pablo Castellano. Este PSOE de ahora se dispone, sin debate ni mediar acuerdo, a poner pie hacia las cavernas de las que procede.

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