¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Susana y Celis, los duelistas

Susana y Celis están condenados a repetir su duelo por los siglos de los siglos. Y nosotros a contemplarlo

Recuerdan a Leire Pajín? La fugaz donostiarra fue una de esas apuestas por la nada de Zapatero, un buñuelo político que terminó recolocado en un oscuro organismo internacional -buena vida y pocas posibilidades de meter la pata-, como antes se ocultaban a los parientes tarados. Fue ella la que, en uno de los momentos más sonrojantes que se recuerdan de nuestra vida política, dijo aquello de "el próximo acontecimiento en el planeta será la coincidencia de Obama en EEUU y Zapatero en la UE" (o algo así). Después pasó lo que pasó: el mulato dio paso a Trump (algo no haría bien) y la sola mención del presidente leonés provoca escalofríos incluso en el PSOE.

Pues bien, parece que los astros se han vuelto a alinear para que la humanidad asista a otra coincidencia de colosos, aunque esta vez no será en forma de colaboración transatlántica, sino de intercambio de garrotazos ibéricos, o más bien turdetanos. La sincronía de Susana Díaz en la presidencia de la Junta y de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis en la Delegación del Gobierno en Andalucía -dos velociraptors criados en el tibio nido de las Juventudes Socialistas- será un espectáculo digno de ver y contar. El relato obvio es el siguiente: Pedro Sánchez ha colocado a Celis (así le llaman) en el despacho de la Plaza de España para pagarle los servicios prestados (fue de los pocos que se atrevió a apoyarlo en Andalucía durante la travesía en el desierto que siguió al putsch de Ferraz) y presionar a la trianera en su propio reino. El aliento del nuevo presidente -cuyas ansias de venganza son evidentes- sopla cálido sobre la nuca de Susana Díaz, quien sabe que su posición está más amenazada que nunca. A partir de ahora, cualquier error puede ser mortal.

Sin embargo, más allá de esta lectura coyuntural, en el enfrentamiento entre Díaz y Celis hay algo atávico, como el relato bíblico de Caín y Abel. Los dos políticos, antiguos compañeros de pandilla, recuerdan a los protagonistas de El duelo, la novela de Conrad en la que dos oficiales de Napoleón se retan continuamente en el campo del honor sin que ya sepan cuál fue la razón que encendió la llama del odio. Dicen que todo empezó por unas listas electorales al Ayuntamiento de Sevilla… Da igual, eso es lo de menos. Sería ingenuo pensar que ambos controlan este duelo interminable. Susana y Alfonso están condenados a repetir su danza por los siglos de los siglos. Y nosotros a contemplarla.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios