Han saltado las chispas entre los dirigentes socialistas de allá y acullá a cuenta de la inmigración, resucitando así las rencillas de las primarias ganadas por Pedro Sánchez. Susana Díaz tiene motivos sobrados para estar preocupada: centenares de menores no acompañados llegados a través del Estrecho se hacinan en condiciones deplorables en los centros de la Junta. En el de La Línea, el número de chavales internados ha llegado a multiplicar por diez las 24 plazas existentes, obligándoles a dormir a la intemperie. No hay dinero, es la respuesta llegada desde Madrid, y la conferencia de migraciones acabó pronto y mal, sin acuerdo y dejando la asignatura pendiente para septiembre. Será complicado alcanzar un arreglo porque el Gobierno se encomienda a la buena voluntad de las demás comunidades y a la aprobación de sus Presupuestos Generales del Estado de 2019, sin apoyos a priori para ello. La paradoja es que la ministra de Hacienda responsable de buscar la solución es la misma que hace cuatro meses, como consejera andaluza del ramo, habría puesto el grito en el cielo contra la dejadez del Ejecutivo. Es la diferencia entre ver los toros desde la barrera y lidiarlos con los pies clavados en el albero.
El escenario actual casa con el que apuntaba ayer en estas páginas José Carlos Cabrera, experto en fenómenos migratorios y, particularmente, en el mundo árabe: el origen de la inquietud social por la inmigración y de los mensajes xenófobos cada día más numerosos no es la llegada en sí de los inmigrantes, sino la ausencia de una estrategia de Estado y europea, ahora y antes, para afrontar uno de los mayores retos que tenemos como sociedad. La ultraderecha juega con el falso "nos invaden" mientras los partidos moderados y de izquierda se ve atrapados entre el quiero y no puedo, incapaces de dar una respuesta eficaz a los desafíos sociales de un mundo que no acaba de escapar de la última crisis y en el que avanza la marea de los bulos difundidos por las redes sociales. Rajoy no quiso o no supo ver venir el tren y al actual Ejecutivo le ha pillado cuando estaba en marcha.
Hemos reparado muy poco en el papel jugado por los ayuntamientos -Tarifa, Los Barrios, Algeciras, San Roque, Barbate, Jerez...- que durante semanas han puesto desinteresadamente a disposición del Ministerio del Interior sus pabellones deportivos para acoger a miles de migrantes y han afrontado importantes gastos. ¿Puede el Campo de Gibraltar mantenerse como espectador, a la espera de soluciones externas a la llegada de embarcaciones atestadas? Si lo pensamos detenidamente, los consistorios no han hecho sino subvertir la vieja estrategia de piensa globalmente y actúa localmente. Han sido ellos mismos, con el indispensable apoyo de las ONG y miles de voluntarios, los que han buscado las soluciones a un problema global que sin duda alguna se va a prolongar en el tiempo con más o menos intensidad.
Como en el caso de la conexión ferroviaria Algeciras-Bobadilla, el desdoble de la N-340 o las mejoras urgentes en materia sanitaria, deberíamos tener muy claro que solo desde una posición de unidad comarcal podremos hacer fuerza para que la inmigración siga siendo un valor intrínseco y enriquecedor de nuestra sociedad, no un problema al que otros dan la espalda. La surversión queda pendiente.
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