Sucias bajan las aguas

El cinismo con el que se alega que no hubo lucro es comparable a la comprensión con el terrorsmo vasco

La corrupción de diseño en Andalucía, estaba ya tan arraigada en el entramado sociopolítico que hasta parecía natural; la malversación y el clientelismo son viejas prácticas en sectores políticos y sindicales. Sin que necesariamente se impartieran, los cursos de formación fueron desde el pasado remoto una espléndidamente opaca fuente de ingresos. Muy probablemente no serán pocos los que en estos tiempos se hayan sorprendido de que todo eso pudiera ser delito. El ambiente clientelista, preñado de dadivas y concesiones, en Andalucía no es distinto del que hay en otros lugares de España, pero ahí había llegado a ser espectacular. Los socios, deudos y simpatizantes del Partido al que le toca el turno de dar cuentas del comportamiento corrupto de sus conductores; como ocurre en esta ocasión con el PSOE; lo verán con ojos piadosos y sabrán encontrar algún atenuante al reparto fraudulento de metal y enseres. El cinismo con el que se insiste en la inmensa trama andaluza, alegando que no hubo lucro, es comparable a la comprensión que con el terrorismo tuvieron los nacionalistas vascos y la progresía cuando la guardia civil, no tan popular entonces, era el "brazo represivo" de la ahora llamada dictadura franquista.

Lo ocurrido en Andalucía es desolador, pero sus efectos en el PSOE son peores. Dos presidentes condenados a una larga inhabilitación y en un caso a seis años de prisión, sin entrar en detalles sobre el total de las diecinueve condenas de altos cargos, es como para encargar a una gestora la refundación del Partido. Porque hay una responsabilidad institucional y colectiva derivada de una estructura que ha sobrevivido apoyada en la sumisión comprada o subvencionada. La historia del PSOE no es ejemplar; acumula golpes de Estado y actuaciones para estremecer al observador más frío; pero hay que admitir que no había llegado a tanto: a diseñar un régimen basado en el sometimiento de las voluntades y el chantaje. Esperable, no obstante, si se recuerda la actitud de su fundador, Pablo Iglesias, cuando, allá en los primeros días de julio de 1910, siendo el único diputado de su Partido, se dirigió a los conservadores (115 diputados) con el siguiente tenor: "mi partido luchará en la legalidad mientras pueda y saldrá de ella cuando deba, y para evitar que Maura (líder conservador) suba al poder debe llegarse hasta el atentado personal". ¿De qué extrañarse, pues, de lo que sucede hoy día?

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