Uué inolvidable es el lema de los cartujos: "Stat Crux dum volvitur orbis", esto es, "el mundo da volteretas, mientras la cruz permanece". En un sentido trascendente, es verdad; en un sentido histórico, también, como nos enseñan dos milenios largos de Cruz en el siempre convulso Occidente. En su aplicación concreta, cruz a cruz, es un lema más metafórico, ay, porque la permanencia de la cruz implica también muchas vueltas y revueltas. Es el caso de la que van a erigir en El Puerto de Santa María mañana. Me cuentan que toda la burocracia y papeleo que les ha caído encima a los organizadores está siendo otra cruz muy moderna y actual.

La que van a alzar es mucho mejor: una enorme cruz de hierro en lo alto de la Sierra de San Cristóbal, a cuyos pies se extiende como un manto El Puerto de Santa María y toda la Bahía de Cádiz, en una vista preciosa de día y de noche.

Aunque es la cruz y es mi pueblo, yo me he enterado tarde y de rebote. Qué remedio: los hombres vivimos en la encrucijada del tiempo y el espacio. Aunque todo pasa en mi término municipal, lo organizan los jóvenes portuenses. Los jóvenes. Normal, que yo haya estado fuerísima.

No me quejo. Esa juventud (lejana) de los organizadores tiene una enorme valía. Para empezar, por lo físico. Van a subir la cruz de 200 kilos de hierro a pulso desde la tendida ribera del Guadalete a lo alto de Sierra. Eso tiene un tirón. No en vano uno de los pasajes que lleva a su altura se llama "Matajaca".

Más allá de la paliza, que la organización corra a cargo de unos jóvenes destaca en luminosa paradoja la eternidad de la Cruz. Su novedad es señal de su permanencia. No es un objeto histórico ni político, sino de la máxima actualidad. Enraizado, eso sí, en la tradición, como demuestra que el acto arranque con una misa en la primera iglesia (1260) de El Puerto medieval, erigida por Alfonso X el Sabio en el recién reconquistado Castillo de San Marcos, sede de la orden militar de Santa María de España, nada menos.

Me gustaría que la cruz quedase impresionante, para que fuese enseguida parte del paisaje cotidiano cada vez que levantásemos la vista hacia el norte. Que se alzase como otro monumento icónico de nuestro pueblo. Ya veremos. Siempre se podrá afinar después estéticamente, si hiciese falta. Lo que ya es impresionante es el gesto, la osadía, la novedad de la Cruz eterna, que ahí está(rá) mientras el mundo da sus vueltas de rigor.

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