Los lunes, los dirigentes políticos leen los periódicos de papel y digitales antes incluso de desayunar y meterse en la ducha. Publican encuestas. Las leen y escuchan con los nervios a flor de piel. Explican a la gente de su entorno, y a los periodistas, que las encuestas muestran una tendencia, un estado de ánimo, y que la única buena es la que recoge el resultado definitivo de la noche electoral. Sin embargo esos sondeos que comentan superficialmente, como si fueran irrelevantes, pueden llegar a quitarles el sueño, obligarles a cambiar de estrategia, prescindir de un candidato que habían considerado seguro, o dar entrada a alguien de escaso recorrido pero que en la calle cae bien. Es decir, que las encuestas importan. La prueba es que los lunes, a partir de primera hora, los teléfonos echan humo.

Ayer se publicaron sondeos que coinciden en que el PP gana de calle las elecciones de Castilla y León y también las andaluzas, que serán las siguientes. Coinciden también en que la suma de las izquierdas no alcanza a los escaños conseguidos por el PP y, por tanto, bastaría con la abstención de Vox para que Mañueco y Moreno puedan gobernar en solitario.

Los pronósticos están siempre condicionados por los acontecimientos de última hora. Las armas políticas las carga el diablo, y nada es seguro hasta el minuto en que se abren las urnas. Una noticia demoledora sobre un candidato, un acto terrorista, un ataque desaforado de ira de alguien que iba en cabeza en los sondeos puede dar la vuelta a todo. Al PP, por ejemplo, le ha venido Dios a ver en las elecciones del 13-F con la torpeza del ministro Garzón, que ya había dado muestras de su escasa capacidad política; pero el PSOE piensa que las encuestas pueden dar un vuelco a su favor poque se inicia un juicio sobre los dineros del PP en Salamanca.

Podemos tenía confianza en el gancho de Yolanda Díaz, pero no acaba de cuajar su reforma laboral ni tampoco el esfuerzo por renovar su estética. Que no es un asunto menor, ni tampoco exclusividad de mujeres. Políticos hay que han dedicado mucho dinero a modernizar su armario o cambiar de peinado. Iglesias fue noticia al cambiar coleta por moño y después cortarse coleta y moño. A Fraga lo presentaron en un cartel con la parte de arriba de la cabeza cortada y no fue casual, sino producto de una idea bien estudiada por un gurú de la comunicación.

Pueden los políticos y no políticos seguir analizando los sondeos de los lunes, con expertos estudiando las tripas y sacando punta a "la cocina", pero la mayoría se fía más de su propio olfato que de los sondeos. Sin embargo, las encuestas influyen: a nadie le tienta votar a un partido que aparece como indiscutible perdedor.

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