Soberanía fiscal, qué cosas

Los perniciosos efectosque provoca el estatusde la colonia son su pany su sal, sus nutrientes

En todo lo que concierne a Gibraltar, hay que acudir sin demora a la inteligencia. Porque en esa insólita y anacrónica presencia colonial, nada es lo que parece. Los próceres yanitos invierten mucho en voluntades, y la naturaleza humana es propensa al servilismo y a la dependencia. Al norte de la verja -Corea del Norte, la llama alguna vez Picardo- en los más recónditos recovecos circula un tufillo, más o menos intenso, del pastel que cada mañana se prepara en Convent Place. En asuntos así hay que afinar sobremanera el olfato para distinguir las voces de los ecos.

El tratado fiscal no es más que un salvavidas que se arroja al náufrago antes de saber qué hacer con él, pero convencidos de que hay que hacer algo. Como hay que mantener la burra cuando no se es capaz de destetar al buche, hay que reservarse unas migajas a cambio de no abordar la raíz del problema; a saber, dotar a La Línea de los medios e instrumentos necesarios para su autosuficiencia. La falta de una política de Estado en el Campo de Gibraltar ha sido sustituida por la construcción de un entramado diplomático que evite en lo posible que la colonia sufra las consecuencias del Brexit. Diseñando, en fin, una estrategia para que, como sugería Lampedusa en El Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual. Pues los perniciosos efectos fiscales que provoca a España el estatus de la colonia no pueden desaparecer: son el pan y la sal, los nutrientes del low cost de la base militar.

Eso de la "soberanía fiscal" es lo que los franceses llaman una boutade; una gracieta, diríamos por aquí. Véase cómo la falta de transportistas -como les llama un amigo- que lleven tabaco de sur a norte de la verja, ha disparado las ventas en los estancos de la comarca. Observaciones elementales de ese tenor son las que ayudan a comprender lo que pasa. Por ejemplo, en el juego de cifras de muertos por la pandemia en el que están nuestros políticos, bastaría con comparar las cifras del mismo mes del pasado año con las de éste, para calibrar la magnitud de la incidencia del virus tanto en la sociedad en general como en sus reductos de todo tipo. De un lugar como Gibraltar, en el que el reino animal se limita a los homínidos, antes y después del eslabón perdido, y a las mascotas, y el vegetal a los valientes brotes que se atreven con la roca, poca productividad puede esperarse y sí mucho arte fiscal y mucha ingeniería financiera.

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