Que el municipio de Los Barrios tiene unos entornos bellísimos en los que perderse y descansar, es indiscutible. Sales de casa y a poco más de media hora te puedes encontrar rodeada de una naturaleza que te invita a quedarte. Entornos bellos y cercanos he conquistado ya unos cuantos pero es hace poco cuando he conocido un nuevo arte japonés llamado Shinrin-yoku, que literalmente podemos traducirlo como "bañarse en la atmósfera del bosque" o "baño forestal". La Agencia Forestal de Japón concibió el concepto al inicio de la década de los ochenta para ayudar a aliviar las duras condiciones de vida de los habitantes de las megaciudades extremadamente urbanizadas como Tokio, Osaka o Kioto y fomentar entre ellos la visita a la naturaleza. Los inventores apelaron a las creencias tradicionales en las propiedades curativas del bosque; la aportación científica llegaría más tarde. Esta técnica nos ayuda de forma sencilla a restaurar nuestra conexión con la naturaleza para encontrar en ella una nueva fuente de inspiración y curación.

El mundo es un sistema holístico en el que cada elemento desempeña su papel y deben mantenerse en equilibrio para su correcto funcionamiento. Cuando el hombre se coloca por encima de la naturaleza y hace sombra al resto de los elementos, perturba ese equilibrio. La naturaleza sería capaz por sí sola de restablecer un pequeño desequilibrio, pero si este se prolonga durante demasiado tiempo o se produce a escala muy grande, entonces acabará afectando al bienestar del ecosistema y de toda la vida que hay en él, incluyéndonos a nosotros.

Cuando uno se sumerge en las profundidades del bosque siente como se ralentiza la velocidad poniéndose en alerta todos nuestros sentidos, dándole vigor a nuestro cuerpo, calmando nuestra alma y permitiendo que nuestro corazón se asombre de la belleza que el paisaje proyecta. Pero nada fácil es experimentar esta sensación de la que hablo porque nuestro pensamiento, nuestra tendencia es a querer explicarlo todo y así no podremos lograr esa auténtica experiencia, porque para llegar a sentir la naturaleza en lo más profundo de nuestro ser no solo hemos de contemplarla sino también escucharla, olerla, probarla y tocarla. Y es a través de esta técnica cómo aprendemos métodos para hacerlo de manera consciente.

Hace poco que conocí un nuevo refugio que transito con suma calma y respeto. Un arroyo en el que se concentran todos los sonidos que mecen al mundo. Y voy cada mañana allí a recibir el día porque siento que allí también está mi casa.

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