¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Señora Martínez

No debe ser agradable quedarse a solas con los de la CUP en un miniestado aislado y rencoroso

Aveces, las anécdotas ilustran mejor los acontecimientos históricos que el más sesudo de los análisis. Ya habrán visto el vídeo y no nos entretendremos mucho en describirlo. Una figura sube con fatiga por el hemiciclo del Parlamento catalán y procede a retirar las banderas españolas que los diputados del PP habían dejado en sus escaños, vacíos para no participar en la pantomima separatista. Algunos diputados de la CUP aplauden la hazaña y la presidenta de la cámara, Carme Forcadell, ensaya una trémula y rutinaria amonestación: "Senyora Martínez, senyora Martínez, si us plau...". Ni caso: la espontánea regresa a su asiento y de las banderas no queda ni la memoria. Es un simple y estúpido gag, pero ejemplifica a la perfección lo que está ocurriendo en Cataluña desde hace cuarenta años: el exterminio sistemático de cualquier símbolo, cualquier idea, cualquier institución que recuerde mínimamente los lazos históricos, geográficos, económicos, culturales, afectivos y políticos que unen a Cataluña con el resto de España. Lo visto estos días en el antiguo principado no es más que la culminación de un proceso en el que, por omisión, también ha sido cómplice el Estado.

¿Es posible rehacer los vínculos, revertir el procés? He aquí la cuestión. Por lo pronto hay que superar la rebelión institucional, la cual ha generado una situación altamente volátil que nadie sabe cómo acabará. No son descartables los tumultos y algaradas que obliguen al Gobierno a facilitar a los separatistas la imagen más ansiada: la Guardia Civil en orden de combate. Después, si aún queda algo en pie, habrá que ganarse a ese 20% o 25% de los ciudadanos que se apuntaron al independentismo en los últimos años, seducidos por el "España nos roba" y otras fantasías gobelianas que han impresionado fuertemente las mentes de los catalanes, mediterráneos al fin y al cabo. Para ello hay que implicar más a ese alto porcentaje que aún no ha roto emocionalmente con España, gentes como la catedrática de la Universidad de Barcelona Teresa Freixes, cuyo coraje cívico y lucidez intelectual durante estos días justifica cualquier esfuerzo para reconducir la situación. Es importante que la principal contestación al secesionismo venga de Barcelona, no de Madrid.

¿Se fijaron en la inquietante sonrisita de Anna Gabriel durante la escenita de la señora Martínez? Esperemos que nunca sepamos lo que significa. No debe ser agradable quedarse a solas con los de la CUP en un miniestado aislado y rencoroso. Además de La Moncloa, los que tienen que reaccionar -y ya- son los propios catalanes.

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