Señas de identidad

Existe un país que no asimila su historia y revisa continuamente su pasado de forma revanchista: España

Hace unos años me cogió en ParÍs la emblemática fecha del 14 de julio, Fiesta Nacional en Francia. Las avenidas estaban llenas de banderas tricolores y grandes colas esperaban a la puerta del Palacio del Elíseo para ver la residencia del presidente de la República. El ambiente era festivo y la unidad nacional se respiraba por todos los rincones de París. He de reconocer que sentí una sana envidia, si es que la envidia puede ser alguna vez sana, cuando lo comparaba con lo que pasaba en mi país.

En mi infancia se celebraban el 18 de julio y el primero de octubre, fechas del inicio de la guerra y LA subida de Franco al poder. También se celebraban el día de Santiago, patrón de España, en el ámbito sanitario el 27 de junio, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y el 12 de octubre, Día de la Raza y de la Virgen del Pilar. Todo esto forma parte del pasado y transmite olor a naftalina o, como gusta decir a los progres, resulta casposo, aunque para casposa la progresía, que permanece anclada en la década de los sesenta y no ha sido capaz de resistir el paso del tiempo.

Un país, una nación, lo es cuando tiene un pasado que suele teñirse de tintes heroicos y míticos, aunque generalmente sea de lo más vulgar, cuando no inventado y a veces despreciable, un presente en el que existen proyectos capaces de resultar atractivos para la mayoría y un futuro que se adivina esperanzador. Las naciones se suele adornar con unas señas de identidad que, si bien nunca pueden satisfacer al cien por cien de los ciudadanos, deben ser capaces de ser aceptadas por una inmensa mayoría que se siente representada e identificada con ellas. Sólo así una nación será considerada como tal, aunque los límites geográficos puedan variar a lo largo de la historia. No hay que confundir términos como país, nación y estado.

Existe una nación que se avergüenza de sus gestas heroicas, que no asimila su historia y revisa continuamente su pasado de forma revanchista, en la que el jefe del Estado o el presidente del Gobierno de turno son permanentemente abucheados e insultados, la bandera nacional es enarbolada por unos como propia y rechazada por otros como ajena, el himno es pitado en ciertas partes del territorio nacional y las diversas lenguas se utilizan, no para comunicarse, sino para resaltar las diferencias. Esa nación que algunos gustan de llamar este país sigue siendo de momento España.

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