Tiempo muerto

javier malla

Seguimos por donde lo dejamos

Creo que había cumplido veinticuatro años. Recuerdo que era una estación en la que apretaba la calor y Fermín Soto, que trabajaba en Rueda Rato, fichó por Canal Sur Radio. En realidad, no sé cómo lo hizo el muy tunante pero de un día para otro me encontré delante de un micrófono verde sustituyéndolo en Radio Melodía.

Fueron los comienzos de mi hermoso romance con los medios de comunicación de la tierra. Después llegarían Antena 3, Cope, Área, El Faro, Europa, la SER… y así durante casi treinta años compartiendo tardes de charla con Pepe Vallecillo, Paco Prieto, Ernesto Rodríguez, Pedro García Vázquez, Rubén Almagro y todo un rosario de grandes maestros a los que la profesión, absolutamente maltratada a estas alturas, todavía no ha hecho honor.

Algeciras siempre tenía algún relato pendiente para nosotros, algún cofre por descubrir, alguna perspectiva diferente a la que agarrarnos para sorprender desde lo no contado, algún universo oculto en blanco y negro tatuado por la mirada oportuna de José Luis Roca. Eran tiempos de disfrutar leyendo a diario con la pluma voraz de Juan José Téllez y su legión de grandísimos periodistas que marcaron una época en un Europa Sur joven, provocador e imprescindible en la sociedad algecireña de la época.

No sabría precisar la cantidad de regueros de tinta que derramamos hablando del puerto de Algeciras, de las mil batallas perdidas con Gibraltar, de la agonía del sector pesquero, de la necesidad de contar con un tren digno que nos llevara a Madrid, de la precariedad de la Nacional 340 hasta Tarifa, de los olores nauseabundos de la playa de Los Ladrillos, de los desmadres urbanísticos de la ciudad, de la pérdida de la playa de El Rinconcillo y, entre otros calvarios algecireños, de la falta de depuración de las aguas fecales.

Casi tres décadas de diputados y senadores de la comarca que nos vendieron un discurso rancio y revanchista, cargado de reproches con papel de calco, obedientes con Madrid y traicioneros con su tierra, asalariados de los aparatos de sus partidos que bailaban el agua a sus líderes mientras escupían en la intimidad sobre nuestras gentes.

Y aquí me tienen, otra vez, cargado de canas y casi treinta años después, asomado a esta ventana de opinión a la que he querido llamar "Tiempo muerto" como guiño a la gran pasión que ha movido mi vida: el baloncesto. Tiempo muerto para hablarnos, tiempo muerto para contarnos sin tapujos lo que el corazón siente, tiempo muerto para estar vivo, tiempo muerto para soñar que Algeciras despierte algún día de su eterno tiempo muerto.

Es doloroso, porque lo amado duele, pero Algeciras sigue esperando que suene la bocina para despertar y poner fin a tantísimos años de "Tiempo muerto".

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