San Roque, mon amour

Un sigiloso proyecto prevé tunelar una parte del edificio de la Casa Consistorial de la plaza de Armas

El ayuntamiento de San Roque, adonde residía la ciudad de Gibraltar, cualquier día convierte el éxodo en una gira campestre. Alardes en positivo no han faltado, como el grupo escultórico colocado al pie de la Alameda, obra de Manu Ortega, que emula el altorrelieve en madera de su tío, el gran imaginero Luis Ortega Bru. No obstante, las actuaciones oficiales apuntan a una bajada de cerviz ante la plata con que los depredadores compran o secuestran voluntades en su entorno. Eliminar del callejero el nombre del gran benefactor de la comarca, Fernando María Castiella es, además de un brindis a la torpeza y a la ingratitud, un síntoma de que lo de "donde reside la de Gibraltar" suena a broma de mal gusto.

Pasear por San Roque debiera de ser obligatorio para nativos y adoptivos de la comarca. Yo lo hago con frecuencia, con el privilegio añadido de estar acompañado por mi admirado amigo Francisco García Trevijano. San Roque explica lo que somos y sus calles se constituyen en un escenario entrañable. Su casco histórico refleja en estado puro, el contenido urbano perdido en nuestras maltratadas ciudades, donde técnicos y regidores han hecho barrabasadas irreversibles. El ayuntamiento mantiene su entramado viario poniendo cuidado en su preservación e higiene, sin embargo un rumor ha activado las alertas.

El decreto 178311975, de 26 de junio, declara conjunto histórico-artístico un sector de la ciudad de San Roque, parte importante de su casco histórico. Un proyecto que se mantiene con sigilo, quizás por tener que ver con la esperable reacción popular, prevé tunelar una parte del edificio de la antigua Casa Consistorial de la plaza de Armas, cuya fachada se remodeló en el verano de 1852 (v. Lorenzo Valverde, Memorias). Se trataría de atravesarlo a la altura de la ventana más a la derecha, mirándolo de frente; justo donde estuvo Pagaduría. El pasadizo conduciría desde la plaza a la calle Prevención. En ese habitáculo, unas letrajas amarillentas señalan con la palabra "paso" el lugar previsto para la tunelación.

El proyecto no encaja con la protección que se supone da la declaración de un bien integrado en la consideración patrimonial de conjunto histórico-artístico, pero todo es posible en el quehacer de la política. Sería un insulto a la Historia, a la inteligencia y a la belleza, así que cabe esperar que no sea más que una patraña inventada por las lenguas de doble filo.

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