SOS

Está rodeada de desperdicios y la habitación emana el olor de esa mujer que necesita de un buen aseo y otros cuidados

No me imaginaba que al subirme a ese taxi el viaje sería un caso de vida o muerte. El trayecto, de Canal Sur a mi siguiente destino. La conversación, es la habitual que me gusta mantener con todos los conductores. Son temas con los que consigo hacer valoraciones de cuestiones elevadas que al situarlas sobre ruedas te ayudan a conseguir una visión más realista del pensamiento social. Pedro va modulando su tono hasta llevar, casi al susurro, su relato más personal. Me cuenta que acaba de venir de Bormujos donde la central le ha pedido que fuese para atender la petición telefónica de una señora. Él acude al domicilio y me va contando lo que se encuentra. Pedro entra, con todas las cautelas, en la vivienda cuya puerta del bloque permanece abierta. En la sala ve y saluda a una señora que, de inmediato, descubre que es inválida. Deduce que debe llevar mucho tiempo así por el desorden de las sábanas de la cama donde permanece postrada, y la ropa sucia con la que viste la señora. Parece que alguien le haya colocado una supuesta mesa para apoyar sus alimentos. Aun así, está rodeada de desperdicios y la habitación emana el olor de esa mujer que necesita de un buen aseo y otros vitales cuidados. "¿Cómo se llama, señora? Teresa, le responde. Me han pedido de la central que venga a atenderle a usted". Teresa necesitaba que Pedro fuera a comprarle comida al supermercado. A su regreso la señora, de unos sesenta y tantos años, se lo agradeció y al ver que era un buen chaval se animó a pedirle que mirase en su nevera para ver qué comida le quedaba. A Pedro le costó comunicarle que todos los alimentos que estaban en el frigorífico habían caducado. El joven no llegaba a comprender como una señora inválida, viviendo en un apartamento de un bloque de pisos, había sido abandonada. "Abandonada", me dice: esa palabra estaba escrita en el portarretratos del que, dijo, era su hijo. Un chaval, de unos cuarenta y seis años del que no sabe nada. Tampoco de su marido quien, según le contó, se fue al programa de Juan y Medio donde encontró una novia. Yo escuchaba todo lo que me contaba Pedro tras vivir, esa tremenda experiencia, e iba respondiendo a mis preguntas puesto que esa mujer estaba en unas circunstancias de vida o muerte. Ante la duda hay que asegurarse de la situación real de Teresa que prefiere llamar a Radiotaxi para que le lleven de comer en vez de hacerlo a la tienda del barrio o la una aplicación de un móvil, o a una vecina. Nada se sabe de ella, de la vida de Teresa cuyos datos he dado cumplimiento, también a mi periódico.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios