Quedamos temprano. Temprano entendiendo que esta cita no es por trabajo sino por el puro placer de compartir, por el placer de estar junto a la chimenea charlando, regalándonos calidez en la fría mañana. No hay niños pequeños que llevar al colegio, no hay prisa de tarea pendiente, no hay necesidad de correr esta mañana de otoño en la que no se mueve ni una sola hoja mientras los rayos se empiezan a asomar entre las rendijas de los troncos de cipreses en hilera.

La oigo hablar poniendo atención al ejercicio de escucharla con todo mi cuerpo. A su espalda, como un cuadro, está la ventana que proyecta el terreno de naturaleza que me pertenece y cuido y que forma parte del gran espacio de la gran naturaleza de la que me habla. Porque si algo es ella es planta, es sol, es aire… Yo: hogar y fuego.

Me gusta conversar con gente que le apasiona lo que ha elegido como medio de vida, que te habla desde los conocimientos adquiridos pero con un peso abrumador de lo que en sí lleva de innato e imbuido. Hablamos del amor, reconociéndolo como principal fuente para que todo este engranaje humano tenga sentido y es por ello, y en eso coincidimos, que nos interesa hacernos verdaderas expertas. Hablamos de la Naturaleza, de tenerla como referente para todo en la vida, sin olvidar que somos nosotros quienes la necesitamos a ella y no al contrario. Me enseña a aprender de la madre tierra, por algo es una vehemente activista botánica.

Mientras oímos el crepitar del fuego nos van saliendo alas para recorrer este viaje matutino que nos lleva lejos sin movernos del hogar de la chimenea. Y digo lejos porque escucharnos nos aporta sabiduría, savia, alimento para el alma. Nos eleva más allá de lo cotidiano y de lo consabido. Dos mujeres frente a frente sosteniendo el latido del mundo entre sus manos. El latido de lo que verdaderamente importa: darle sentido a nuestra propia vida.

Llegar a conocerse para gozar de una educación emocional sana es necesario para evitar contaminar el entorno con tóxicas basuras mentales, contaminar espacios ajenos que no nos pertenecen aunque nos lo hayan hecho creer y lo creamos.

Hablar desde la tolerancia y el respeto despuntando el día, sin ser invasivas, es sentir ya el calor del sol antes de verlo.

Rocío se llama, adecuado nombre porque ella es esa capa de humedad que hidrata. Una necesaria gota dulce en el océano.

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