La Revuelta

Que haya todavía gente ocupada en boicotear actos culturales dice muy poco de la convivencia en libertad

Igual que tenemos esa Sevilla oculta de viejos conventos escondidos en calles de intramuros por las que sólo pasamos en Semana Santa buscando los capirotes azules de la Hiniesta, como de librito de Morales Padrón editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad, también existe una Sevilla oculta de la cultura, intelectualmente inquieta y participativa, sin afinidades políticas, que no suele aparecer en las secciones del ramo de los periódicos.

Uno de ellos es el espacio La Revuelta, una iniciativa promovida por varios conciudadanos nuestros que sin ayuda alguna y costeado por sus aportaciones mensuales han recuperado para la ciudad un local amplio sin uso para convertirlo en coqueto sitio idóneo para conferencias, exposiciones y presentaciones de libros. Lo que en otros lugares sólo hubiera recogido parabienes y agradecimientos, aquí anda en el punto de mira de los únicos totalitarios que nuestra sociedad biempensante sigue tolerando con resignación, y que cada cierto tiempo reaparecen con su carga desagradable de odio.

La otra noche lo hicieron sellando con silicona la cerradura del local y pintando unas dianas a modo de kale borroca del sur como protesta por la organización de una conferencia a cargo del profesor Sánchez Saus sobre la figura del rey Fernando III, personaje sobre el que naturalmente podemos tener cada uno una opinión, pero del que nadie duda participó activamente en la reconquista de Andalucía para la Corona de Castilla, y es mal que le pese a alguno patrón de la ciudad, hechos que justifican no una conferencia aislada, sino un ciclo entero. Que haya todavía gente ocupada en boicotear actos culturales por la simple razón de que a ellos no les gustan dice muy poco de la convivencia en libertad que tanto pregonan, y debe ser motivo de preocupación para la mayoría que no piensa así.

Yo, por mi parte, pienso seguir yendo, y les animo a hacerlo, por La Revuelta. Y de paso estoy por pedirle a mi amigo Juan María del Pino que organice un acto sobre Blas Infante, ahora que Santiago Abascal lo ha metido tan inoportunamente en la campaña, como si fuera poco más que un Sabino Arana andaluz. Seguro que accede encantado a la idea, y nadie se va a molestar en poner silicona a las tres de la mañana. Si fuera algo sobre Isabel la Católica, otro gallo cantaría. Pero, ya se sabe, aquí los fascistas están todos en los mítines de Vox.

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