Ha muerto Diana Rigg. Para los más jóvenes, la señora de la Casa Tyrell de Juego de Tronos. Para los menos jóvenes, la señora Peel, la reina pop de Los vengadores: belleza aterciopelada, sonrisa irónica e inteligente, cuerpazo vestido con un ajustado traje de cuero y diseños op-art.
Cuando fue seleccionada para interpretar a Emma Peel, sus compañeros de teatro casi le escupen. Se había formado en la Royal Academy, debutado en 1957 en El círculo de tiza caucasiano de Brecht y en 1959 se había unido a la Royal Shakespeare Company actuando entre ese año y 1965 en Otelo, El mercader de Venecia, La fierecilla domada o Macbeth; y había formado parte del elenco del estreno en Londres de Becket o el honor de Dios de Anouilh junto a Eric Porter, Christopher Plummer e Ian Holm. Pero no lograba primeros papeles, había que pagar facturas y la productora británica ABC -que acababa de vender la serie para su emisión en Estados Unidos en horario preferente- le hizo una oferta que no pudo rechazar.
Entre 1965 y 1968 Diana Rigg interpretó con sentido del humor y atractivo arrollador una señora Peel rabiosamente pop vestida por el modisto del Swinging London John Bates con modernos diseños op-art. Si le añaden el contrapunto del carapalo Patrick Macnee vestido por Cardin como un caballero inglés con bombín y paraguas -armas mortales ambos, por supuesto-, una realización que bebía del cómic y la serie Bond, y la fantástica sintonía pop de Laurie Johnson, bicho raro de rigurosa formación clásica y dominio del jazz y el pop, tienen las claves del éxito de la serie que los ingleses vendieron a un centenar de países.
Tras dejar la serie -en parte por ser una de las primeras actrices televisivas que lucharon por la equiparación salarial con su compañero de reparto- aceptó el papel de Tracy en el primer Bond no interpretado por Connery, Al servicio secreto de SM. Error. El desastroso no actor George Lazenby se lo cargó. Y Rigg volvió al teatro. Lo único bueno que la película le deparó fue que John Barry dedicara a su personaje una de las grandes canciones de amor de la historia del cine: We Have All the Time in the World cantada por Louis Armstrong. Se la dedicamos en su despedida. Aunque inmediatamente después, para no entristecer su inteligente sonrisa y su sentido del humor, suene el juguetón tema pop de Laurie Johnson para Los vengadores.
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