Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Repartir carnets

Las previsiones económicas que afrontamos son las que corresponden a país podrido no de coronavirus, sino de rencor

La reducción barata, a lo bruto, no la síntesis medular de la navaja de Ockham sino aquello tan español de para qué vamos a andarnos con tonterías, tiene estas cosas: la opinión pública da por hecho que cualquier mención a la memoria histórica se hace en referencia a la ley del mismo nombre, y no al concepto del que ésta emana; concepto que, entre otras cosas, advertía de la necesidad de tener presentes los mayores fracasos políticos y sociales, los que devinieron en tragedia, con tal de que no vuelvan a repetirse (qué tiempos en los que hablábamos de estas cosas, ¿recuerdan?). Mucho antes de la reparación, de las víctimas pendientes y de las fosas comunes, la memoria histórica nos ilustra sobre cómo todas y cada de las escisiones sociales provocadas por el poder político han terminado en enfrentamientos abiertos. Todas, sí, sin excepción. Como ciudadanos, independientemente de los derechos que nos correspondan, somos así de predecibles: nos cuelgan la etiqueta distintiva y allá que vamos a defenderla a muerte ante el contrario. Digamos que la parcialidad futbolística asumida mayoritariamente en el último siglo ha contribuido a una destilación un tanto poética, por descontextualizada, pero ilustrativa, de este principio. Lo que dice el carnet de cada uno va a misa. Y si algo se nos da de lujo es repartir carnets.

En democracia, ya se sabe, alimentar los frentes tiene sus réditos electorales. Pero si la cizaña se cultivaba hasta no hace mucho de manera discreta, como mirando para otro lado, ahora se hace de frente y a la luz del día ("Gobernar es robar. Pero hay maneras y maneras. La mía es la de robar directamente. Acostumbrados como estáis a los rateros, notaréis un cambio", decía el Calígula de Albert Camus). Cuando Díaz Ayuso habla de la gente buena y honrada que se va a Madrid para no parecerse a sus vecinos, está dividiendo a la gente. Cuando los nacionalistas de Vox reparten los carnets de españoles, están dividiendo a la gente. Cuando los nacionalistas vascos y catalanes reparten los carnets de vascos y catalanes, están dividiendo a la gente. Cuando Unidas Podemos califica de mentira fascista cualquier opinión contraria a la suya, está dividiendo a la gente. Cuando Pedro Sánchez da a entender que gobierna para todos sólo a su pesar, está dividiendo a la gente. Cuando cualquier diputado decide renunciar a dar ejemplo con su conducta en el Congreso, está dividiendo a la gente. A las claras.

Pero nada de esto sale gratis. Las previsiones económicas que afrontamos son las que corresponden a un país podrido no de coronavirus, sino de rencor. Twitter mediante.

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