Regates autorizados

Los movimientos de Sánchez parecen muy frívolos, pero no debemos olvidar que detrás está Iván Redondo

Pesa la autoridad. Pondré un ejemplo poético, aunque vengo a hablar de política. Un autor consagrado escribe un verso casi cacofónico: "Un no sé qué que quedan balbuciendo". Extrañado, el lector tira del comodín del prestigio, y sabe que el verso ha de ser genial, porque es de San Juan de la Cruz, y que será su problema (del lector) si no lo ve. Lee mejor y descubre el cantarín balbuceo concatenado. Exclama: "Oh" de corazón.

Lleguemos a la política. Eso nos pasa ya con Iván Redondo, el admirado cerebro gris detrás de la fachada blanqueada de Sánchez. Pensábamos que era un error garrafal no amarrar enseguida un gobierno con Podemos y demás trozos Frankenstein para ir a unas elecciones que abocarán al PSOE a pactar… con Podemos y con más o menos los mismos Frankenstein. Demasiado riesgo para rebajar las expectativas de Podemos y terminar teniendo que pactar con un Podemos menor, pero aún más irreductible. Los que votasen a Pablo Iglesias a esas alturas serán los que tengan un voto reconcomido de rechazo y resistencia a Sánchez.

Pero, estando al frente de la estrategia del PSOE Iván Redondo, hay que pensarlo todo más. Y lo que se ve es otra metáfora. En los lejanos tiempos en que jugué al balonmano, la finta consistía en pararte, amagar ante el contrario que ibas a ir por un lado y luego colarte por el otro o, si te leía las intenciones, cambiar de plan más rápido que él. Lo que Sánchez está escenificando se parece a un regate. La impresión es que va contra Pablo Iglesias a muerte.

Pero qué va. Él va a por Ciudadanos (y las encuestas parecen darle la razón). Su desdén hacia Podemos sirve para que los votantes centristas más inquietos por el tándem de Rivera con Casado, tengan margen para votar a Sánchez. Si Rivera no hace el movimiento de ofrecerle el apoyo a la investidura a cambio de unas condiciones concretas y estrictas para el bien común, estará cayendo en la trampa. Sus electores verán que el partido naranja, de la mano del azul, empuja al rojo hacia el morado, pero que el rojo resiste.

Si hay elecciones, con los votos captados a los de Cs, el PSOE podrá sumar después con Podemos. O con un Cs domesticado. O antes, haciendo una finta doble, pactar a última hora con un Podemos casi desbordado por las expectativas electorales del PSOE. Esta última es mi apuesta, pero Redondo sabe coger sus vueltas y, o para un lado o para otro, se le abren estrategias ganadoras.

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