Losúltimos días han dejado un amargo saber de boca, con la constatación de que estamos en manos de políticos poco solventes, en algunos casos amorales, que utilizan el poder a conveniencia. En estas fechas es habitual dar opinión sobre el discurso del Rey en Nochebuena. Don Felipe ha pronunciado un discurso bien construido, con un par de mensajes muy nítidos, la defensa de la Constitución y las instituciones, y la defensa también de la integridad pública y moral. Las palabras del Rey no han enganchado tanto como sus intervenciones anteriores, con tres millones menos de audiencia, lo que quizá debería analizar el equipo de Zarzuela y ver si los españoles buscan esa noche un Rey más cercano. Excepto en la referencia a la catástrofe de La Palma, el discurso probablemente tuvo un tono excesivamente institucional. Se contrapone al de la reina Isabel, siempre distante, quien esta vez abrió su alma para mostrar ante los británicos su devastación por la muerte de su marido.

Le ha faltado tiempo a los socios del Gobierno para atacar a don Felipe. Su crítica feroz es irrelevante porque en cualquier circunstancia habrían arremetido contra el Rey y la Corona. No necesitan excusa para intentar desacreditarle y, por tanto, ya ni siquiera irritan ni preocupan sus comentarios, políticamente obscenos, provocados por su odio visceral e irracional hacia todo lo español y sobre todo a la máxima autoridad del Estado. Lo que sorprende desagradablemente es que el presidente de Gobierno no haya pronunciado ni una frase de apoyo al Rey ante los ataques de sus compañeros.

Estos días navideños se han producido señales que deberían preocuparle. La propagandeada derogación de la reforma laboral se ha quedado en reformitas, y ya hay debate sobre si han ganado Calviño o Yolanda, y en Moncloa ya hay quien propone que en cuanto se reanude la actividad política sea Sánchez el que se apunte el tanto.

No están mejor las cosas en el PP. Pablo Casado sigue empeñado en neutralizar a Díaz Ayuso y se ha producido un hecho que no es menor. Bertín Orborne ha arremetido contra Casado por su intento de deshacerse de Ayuso. Como saben los politólogos, influye más en la aceptación de un partido la posición de una figura querida y admirada por los votantes de ese partido que la declaración más solemne de cualquier dirigente o dirigente de siglas opuestas. Si Casado fuera políticamente inteligente, iniciaría el 2022 con una reflexión profunda sobre su actitud: sólo tiene un ganador, Pedro Sánchez. Y varios perdedores: Casado, el actual PP y millones de españoles, que tendrán que soportar cuatro años más el peor Gobierno que ha habido en España.

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