En un corto lapso de tiempo hemos asistido (sorprendidos) a una serie de hechos que parecen responder a la intención de hacer una interpretación maniquea de la Historia según la cual sus protagonistas se dividen en absolutamente buenos y absolutamente malos y, en consecuencia, aquellos supuestos "malos" que, en razón de su éxito ("la historia la escriben los vencedores" que decía Orwell en "1984") alcanzaron la gloria y el reconocimiento, son ahora vilipendiados mientras que se reivindica y homenajea a los supuestos "buenos" que entonces terminaron derrotados. A raíz de la muerte a manos de la policía de un ciudadano negro norteamericano (G. Floyd) han surgido protestas contra el racismo en muchos lugares de los EE.UU. En contra de lo que pudiera pensarse no han sido ni los cuerpos policiales ni la Guardia Nacional y ni siquiera Donald Trump los destinatarios de las iras de los manifestantes sino gente bastante más pretérita: Cristóbal Colon y los conquistadores españoles o, por mejor decir, las estatuas que les representan en muchas ciudades americanas. Colón, acusado de genocida, ha visto como derribaban su efigie en Massachusetts, Minnesota, Florida y Virginia y como su figura era decapitada en Boston. En Chicago la alcaldesa ha retirado de dos parques sendas estatuas del insigne marino bajo la misma acusación de exterminador de indígenas y en San Francisco fue destrozada la estatua de fray Junípero Serra, el misionero español que tantas ciudades fundó en California y que se distinguió precisamente por lo contrario: enseñar y proteger a los indios. La última en caer -por ahora- ha sido en Alburquerque la del gobernador de Nuevo México el Adelantado Juan de Oñate que si ya en vida fue desposeído de títulos y hacienda por no responder a las expectativas recaudadoras de Felipe III (a pesar de haber llegado hasta Oklahoma en busca de riquezas para la corona) ahora se ve doblemente vejado por unos iletrados que probablemente no sepan ni ubicar España en un mapa. Sin embargo, más alucinante aún es que seamos los propios españoles quienes aprovechemos la coyuntura para menospreciar nuestro pasado histórico y así la pintoresca alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha manifestado su disgusto con la estatua de Colón situada en Las Ramblas y que con su brazo derecho extendido apunta hacia el Nuevo Mundo. Si bien lo que le pide el cuerpo es demolerla, en aras de la "memoria crítica" la "indultará" añadiéndole una leyenda explicativa de los desastres y desgracias ocasionados por la aventurera ocurrencia del genovés. Peor suerte ha corrido D. Antonio López (1º Marqués de Comillas) al que la Sra. Colau ha despojado de plaza y estatua siguiendo las directrices de colectivos antirracistas "expertos en memoria democrática" (¿?) que lo acusaban de: "Hacer fortuna en las Américas con el tráfico de esclavos y esclavas que traía desde las costas africanas hasta Cuba". Decididamente avanzamos sin pausa hacia una época de tinieblas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios