Fernando Silva

Viceportavoz municipal del PSOE

Rafael, un líder socialista

Con él, la Subdelegación de la Junta se convirtió en una institución que reclamaba y conseguía como ninguna otra servicios e inversiones para el Campo de Gibraltar

Hoy iba a ir al campo. Nada extraño en él, porque el coto, la casita que allí había, el campo -así a secas-, era una de sus pasiones. No la primera. Rafael amaba a su familia, antes que cualquier otra cosa, la enseñanza y la política. Todo sumaba, y en todo esos terrenos ejercía un liderazgo inolvidable que, ahora, solemos calificar como referente.

Rafael era sagaz, trabajador, serio en sus principios, desconfiado, inteligente, tenaz como muy pocos, muy hábil y firme negociador. Para muchos era un desconocido cuando asumió la secretaria general del PSOE de Algeciras en 1997, y sorprendió por sus decisiones valientes en unos momentos difíciles para los socialistas algecireños. Asumió riesgos y ganó, consiguió unificar un partido que a partir de él volvió a la senda de los éxitos electorales.

Hasta entonces había sido profesor de Matemáticas, profesión que ejerció desde 1963 con claro sello personal en el equipo directivo del colegio Santa Teresa, centro que abandonó para asumir la Subdelegación de la Junta de Andalucía en el Campo de Gibraltar, que había tenido como primer titular a José Andrés Hoyo del Moral. Las matemáticas, por cierto, le ayudaron en muchas decisiones, y en el ejercicio también de una memoria prodigiosa y en otras habilidades. Tanto o más que sus conocimientos del campo.

La mejor forma de resumir, esta es mi opinión, lo que ha significado Rafael España Pelayo entre los suyos, familiares y socialistas, entre los que me encuentro, es que ha sido un líder, sí, una referencia permanente que tomaba y ayudaba a tomar decisiones. Siempre rehuyó, hasta que no pudo, presentarse a las elecciones municipales por una razón principal, y lo escribo para que se sepa, porque disfrutaba a la hora de hablar de “la cosa pública” sobre todo en la gestión del partido, la vida orgánica, no de los protagonismos políticos institucionales.

Y aún así, ahí queda su gestión para bien de la comarca en la Subdelegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, que con él se convirtió en una institución que reclamaba y conseguía como ninguna otra servicios e inversiones para el Campo de Gibraltar. El camino lo había abierto el compañero José Andrés, y con Rafael se consolidó y desarrolló exponencialmente. Innumerables gestiones que obligaban a los campogibraltareños a viajar a Cádiz se hicieron innecesarias porque la Subdelegación tramitaba con agilidad y diligencia esos asuntos. Como también obras y decisiones sobre bienestar social, educación, sanidad, prevención contra las drogas, vivienda, -(cuánto qué contar en La Piñera y Saladillo, ¿verdad Miguel Alberto?)- y otras actividades dejaron de ser quimeras para convertirse en realidades.

Rafael contagiaba vitalidad. Siempre quedaba algo por hacer y mucho por conversar. Como nos decía un compañero de la Subdelegación del Gobierno de la Junta con muy buen humor cuando salíamos muchos días a las cuatro de la tarde, “qué buen jefe tenemos que nos ahorra las meriendas”.

Su ejercicio de la Secretaria General del PSOE de Algeciras ha marcado una época no solo en la agrupación socialista, sino en todo el Campo de Gibraltar. Pasará el tiempo y su figura seguirá siendo valorada por su trayectoria, con muchísimos más aciertos que errores.

En nuestra memoria se acumulan vivencias y recuerdos cuando alguien nos deja, y las repasamos entonces. Cuando ese alguien es muy importante, muy valioso, sus enseñanzas y el resultado de nuestras experiencias compartidas quedan como un poso que nos enriquece y al que acudimos para analizar situaciones de ahora y aquellas que vengan... Es la vida.

Y seguro que en este caso es aplicable alguna fórmula matemática, pienso ahora, pero yo soy de letras.

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