Obituario

Alberto Pérez de Vargas

Rafael España, allá en el tiempo

Cuando Rafael España salió de su hábitat natural para transformarse en un personaje de la política, nos sorprendió (seguramente) a todos sus compañeros del Instituto. No habíamos imaginado, no ya su afiliación ideológica sino su imagen revestida de hombre público. Fue uno de aquellos condiscípulos míos, nuestros, que dejaron el Instituto en cuarto curso, cuando la reválida que se hacía, más o menos, a los catorce años, habilitaba para acceder a carreras tales como Magisterio, Náutica o las llamadas Técnicas de Grado Medio.

Mis recuerdos de entonces son muy gratos y ahora, al saber de la marcha de Rafael a la Casa del Padre, me he llenado de tristeza. Sus compañeros de partido –el PSOE– seguramente tendrán una imagen de él distinta a la que, por ejemplo, su compañero de pupitre, Fali (Rafael Rus Bernabé), o cualquiera de los que compartimos el Bachillerato Elemental de aquellos años cincuenta, tenemos de aquel entrañable larguirucho, tranquilo y próximo que estudio Magisterio y con los años nos llamó la atención irrumpiendo en la política.

Sin embargo aquella personalidad, ya evolucionada, estaba a la medida del tiempo que llegaba. En Algeciras, la victoria comunista en las primeras municipales (1979) dejó al personal con los ojos como platos, grandes y en blanco. Una plaza plagada de militares y, hasta hacía poco, con los restos latentes de la Falange y de sus organizaciones juveniles, votaba mayoritariamente, algo más del 31%, al Partido Comunista de España (PCE), la organización política en torno a la que giraba lo más granado de la oposición al régimen del general Franco. Un PSOE que desperezaba convirtió, con su apoyo y complicidad, a Francisco Esteban Bautista en el primer alcalde de la Democracia. La lista del PCE era una opción ganadora, en ella seguían a Esteban, nada menos que Francisco Acevedo, Luis Soler, Silvia Alonso y otros muy queridos personajes. A los 8 concejales del PCE se sumaron los 6 del PSOE para constituir la mayoría de los 25 posibles (7 UCD, 4 PSA-PA).

En Algeciras han gobernado todas la tendencias (especialitos somos) y, concretamente, en 1983, con una población en descenso, que de bastante más de 60.000 habitantes, en el censo de 1979, había pasado a unos 58.000, irrumpió la poderosa marea socialista que estaba inundando a toda España y que suponía, para satisfacción del cuerpo pensante del régimen anterior, la decadencia en picado del comunismo, que estaba en descomposición desde su legalización, en abril (el día 9) de 1977, en plena Semana Santa. El PSOE gobernó en Algeciras y en toda la comarca, a placer. Durante unos años todo era socialista, hasta los falangistas y, desde luego, los otrora cadetes o flechas del Frente Juventudes y de sus transformados posteriores.

Los andalucistas, siempre estuvieron en crisis, pero con Antonio Patricio González García llegaron a tener un gran protagonismo en Algeciras, donde (curiosamente) están enterrados o viven la gran mayoría de los parientes próximos de Blas Infante Pérez de Vargas. El PSOE sufrió mucho en los años que siguieron a los de sus aplastantes victorias de 1983 (12 concejales) y 1987 (13 concejales), cuando el PCE estaba casi desaparecido y la amenaza de los andalucistas era cada vez más fuerte. Ya con los 100.000 habitantes rebasados, una moción de censura de los andalucistas (noviembre 1991), apoyada en el Partido Popular, arrojó al PSOE al vacío y a la más profunda de sus divisiones internas, diluidas en tres agrupaciones que eran auténticos cocederos de discordias.

Es entonces cuando aparece la figura de Rafael España, a la que acuden sus compañeros de partido. Necesitaban un “hombre bueno” para desfacer el entuerto. En marzo de 1984 di una conferencia en el Instituto (La elección de carrera), en un ambiente que nunca se me olvidará. Rafael era entonces el presidente del APA (siglas ahora bastardeadas por las incorrecciones) y tuvimos ocasión de hablar largo y tendido sobre las miles de vivencias que teníamos en común. Nada de política, nada de partidos. Luego fui observador del gran servicio que prestó al suyo y a través de él a nuestra ciudad. Por encima de las filias y las fobias, de las simpatías y de los rechazos, de los heridos que siempre se dejan a los lados en las complejas gestiones que supone una labor como la realizada por España, está la personalidad de un ciudadano que se puso el traje de faena y se complicó la vida para recomponer algo tan necesario como un partido sin el que no se entendería nuestra pequeña y nuestra gran historia.

No sólo sus compañeros, en la política y en el trabajo, sino los que compartimos con él un tiempo de nuestras vidas, llevaremos su memoria en el corazón. Mucho bueno lleva en la mochila y así Dios perdonará sus errores sin el menor esfuerzo.

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