Hubo un tiempo en que para hacer la revolución, había que, ineludiblemente, mancharse las manos de sangre. Para empezar se necesitaba una situación social que estuviera pidiendo a voces un cambio. Luego hacía falta encontrar un culpable. En eso, la cosa era más sencilla porque aunque las causas de la crisis fueran múltiples, bastaba con apuntar a la cabeza. Siempre había un monarca absolutista que guillotinar o un zar para darle matarile, a tiro limpio. Por supuesto, era imprescindible encontrar a un líder capaz de, con su verbo incendiario, sacar el populacho a la calle. Por último había que construir un relato en el que la gente creyera que al final de la revolución, se encontraba el edén. Bueno, ahora ya podíamos emprender la toma de la Bastilla o del Palacio de Invierno. Después del baño de sangre, gobernaban los pragmáticos y a los auténticos revolucionarios se les enviaba, un suponer, a ser asesinado en Méjico como Trotsky o a morir en la selva boliviana como el Che y aquí paz, después gloria y ¡Viva la Revolución!

Aviso para navegantes, para hacer actualmente la Revolución 3.0 sólo hacen falta tres cosas: nacionalismo, populismo y redes sociales. No se precisa la sangre física. Basta con un poco de pintura roja en fotos falsas, de esas que hoy conocemos como postverdad que es la forma fina de llamar la mentira. Los secesionistas catalanes construyeron un buen relato, como alumnos aventajados de un reputado fascista que ya anticipó en su día que "a los pueblos los mueven los poetas". Lo que pasa, es que más que un poema les ha salido un delirio.

Se han vanagloriado de su triunfo en las redes sociales, pero ya sabemos a ciencia cierta, gracias a los análisis de expertos en big data, cómo los medios subvencionados directamente por el Gobierno ruso, como Sputnik o RT, el inefable Assange e incluso InfoWars, la agencia norteamericana pro Trump, cocinan los mensajes para redes que luego propagan con sus potentes equipos replicadores. Se ha detectado que han logrado aumentar un 2000% la actividad a favor de los secesionistas catalanes. No nos engañemos, están intentando darle una patada a la Unión Europea, en las rodillas de España. Dios los cría y los muy cabritos, se juntan.

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