Quim en Recoletos

Lo que se juzga en el Supremo es el riesgo cierto de enfrentamiento civil al que nos sometieron los independentistas

El señor Torra se personó ayer en Recoletos, junto al Supremo, para protestar por el juicio al procés que daba comienzo en unas horas. Don Quim encabezó una breve comitiva, portando una pancarta ("Decidir no es delito" era su lema o su leyenda), y escoltado por varias banderas republicanas. Una vez terminada la protesta, don Quim se marchó al Supremo, donde fue recibido con la solemnidad debida. Con lo cual, ha sido el azar quien ha querido que la simbología escogida -a apelación a la II República y la insistencia en el verbo decidir-, manifiesten tanto la fatal incoherencia como la inanidad conceptual del independentismo patrio, a las puertas mismas del tribunal que ha de juzgarlo.

Incoherencia fatal, por cuanto que el golpe del 34, encabezado por Luis Companys, y sofocado por el general Batet, a instancias del presidente del Consejo, Alejandro Lerroux, fue uno de los episodios que encaminó la República hacia su ruina. E inanidad conceptual, porque lo que se juzga en el Supremo es, precisamente, lo contrario a lo que sugiere el lema: la arbitraria usurpación por los nacionalistas, mediante la violencia, de una decisión que corresponde a todos los españoles. Lo cual implica, como es lógico, la inmediata suspensión de las garantías democráticas (la revolución de las sonrisas de Guardiola y Xavi), y cuyo resultado más obvio, como sabemos, es el limbo donde hoy duerme el Parlament que preside el señor Torrent, cruelmente atormentado por su fotogenia. A esto deben añadirse dos detalles sin importancia: que el motor último del independentismo es una ardiente y execrable xenofobia; y que la consecuencia de estos actos, tan democráticos y sublimes, suele ser el enfrentamiento armado. La heroicidad del señor Companys le costó la vida a cuarenta y ocho personas. Y el precio que pagará Cataluña, junto con el resto de España, por la vertiginosa majadería de los encausados, aún está por establecerse.

Lo que se juzga en el Supremo, pues, es el riesgo cierto de enfrentamiento civil al que nos sometieron con sus acciones. Acciones encaminadas a suprimir la democracia en Cataluña y a establecer una república étnica, al margen de la legalidad europea. Probablemente, los encausados del procés ayer comenzaron a sospechar que su tenebrosa mascarada no les saldrá gratis. Pero es esto lo que debe quedar claro en las históricas jornadas que se avecinan: que se trató de una mascarada tenebrosa y ridícula, obrada contra la democracia española.

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