Aunque hubo momentos a lo largo de la vida en los que la magia no pareció asomar por ningún lado, no por ello dejé de perder la esperanza pues creo que mantenerla viva es una obligación que le debo a los que vienen después de mí. Y lo creo cuando miro en la profundidad de los ojos de mi hija y en los de mis alumnos. Pero como dice Mark C.Taylor, esta esperanza deberá ser honesta, no debe proporcionar una explicación de realidades brutales que no pueden negarse. Y aunque no podremos saber con total certeza que el mañana será mejor que hoy o que el final será más rico que el inicio, no por ello voy a perder la esperanza. Así que es algo que ya no os pido porque sé que su esencia me pertenece: "es la imposible posibilidad que me ayuda a seguir adelante cuando todo parece carecer de esperanza".

Si recuerdo las cartas de mi infancia he de agradeceros que tampoco vosotros perdieseis la esperanza en mí ya que no defraudasteis ese ardor infantil cuando me levantaba bien temprano y lo hacían mis hermanos y se abría la puerta del comedor y lo que os había pedido como juguete estrella allí estaba. No recuerdo haber encontrado carbón como un castigo y es que ya sabéis que aunque alguna que otra travesura se me escapaba, así es la infancia, siempre intenté ser una niña buena. Una jovencita soñadora que se hizo mayor y no dejó de recibir regalos.

Esta vez no voy a pediros. Aprendí que lo que verdaderamente importa no se compra y, lo que más importa de lo verdaderamente importante, pocas veces se agradece. Así que hoy la carta la escribo para agradeceros todos los regalos que me trajisteis y que nunca encontré en los escaparates. Entre ellos, gracias porque con todas las cartas que os llegan siempre habéis leído las mías. Gracias por haber acogido como hijos a mis verdaderos amigos, por dejarme sentir la ilusión de ser yo la que los eligiese. Gracias por estar cerca en esa lenta transformación de mi melancolía hasta convertirla en algo que ya no agita sino que me permite una contemplación serena de las cosas…

Y principalmente, gracias porque seguís conmigo: tú, esa Reina llamada mamá que afortunadamente continúas aquí, cumpliendo mis deseos y haciendo posible que todavía se me mantenga encendida la llama de la magia; y él, el Rey, que desde allá es la estrella que me guía.

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