Puigdemont y la Atlántida

Queda clara la naturaleza espuria del nacionalismo, cuya enemistad con las libertades es bochornosamente manifiesta

Cada vez sabemos más cosas del molt honorable Puigdemont y sus vinculaciones a Rusia. Queda por averiguar hasta qué punto conocía el CNI la operación golpista, como era su obligación, y por qué el Gobierno de España concedió el indulto a estos patriotas del paneslavismo, a sabiendas de que lo eran. Mientras, unos científicos de la universidad de Granada, con ayuda de científicos rusos, han descubierto que la cuestión de la Atlántida, el continente perdido, igual no era tan imaginario como nos parecía en Platón. Lo cual nos lleva de vuelta a don Carles y a la Atlántida ribereña con la que soñaba. Una Atlántida que se parecía más a una Suiza con criptomonedas, pero que, en cualquier caso, se ofrecía como un acogedor concesionario ruso.

Queda clara, una vez más, la naturaleza espuria del nacionalismo, cuya enemistad con las libertades civiles es bochornosamente manifiesta. En este sentido, una de las grandes contribuciones a la democracia europea sería editar las obras de don Sabino Arana, escalofriante racista, hoy extrañamente inencontrables. Y también la nutrida literatura xenófoba que abundó en la Cataluña de finales del XIX, henchida de un robusto folklorismo. Por esa misma época Verne soñará con la liberación de los pueblos oprimidos, a cuya cabeza marcha el intrépido capitán Nemo, y a quien Montaut dibujaría, en una inolvidable ilustración, contemplando las ruinas sumergidas de la Atlántida, mientras son devoradas por un volcán cercano. Ese sueño de la Atlántida, envilecido por la estupidez, es el que aún sueñan Puigdemont y quienes postulan una idea mezquina y estrecha de pureza, incompatible con la democracia, con resultados tan poco poéticos como los que hoy vamos conociendo, no sin estupor y sin cansancio.

Según el geólogo Fernando Bea, encargado de analizar los datos extraídos por científicos rusos del fondo del Atlántico central, es probable que los pequeños continentes ya estuvieran habitados, incluso por el homo sapiens, cuando desaparecieron, hace algunos miles de años, bajo el agua. Lo cual hubiera originado con facilidad al mito platónico de la Atlántida; y en consecuencia, una primera forma de esa pulsión humana del regreso, que también hemos conocido en el Edén, la Edad de Oro, el Jardín de las Héspérides, en la infancia neurótica y freudiana, y así hasta llegar a esta Suiza post-soviética de nuestros golpistas, en la que late, oscurecido por la memez, un eco de la primera luz del mundo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios