En las elecciones de marzo de 2008, A3 emitió un debate entre el entonces ministro de Economía, el socialista Pedro Solbes y Manuel Pizarro, prestigioso economista y jurista recién afiliado al PP para concurrir a las elecciones como número dos por la circunscripción de Madrid. Pizarro vaticinó que nos acercábamos a una crisis económica profunda que podría acabar en una recesión que los españoles no tendrían capacidad de afrontar. Solbes, en cambio, alardeó del sólido crecimiento de nuestra economía (muy superior, según él, al del resto de los países europeos) y no dudó en tachar a Pizarro de "demagogo y catastrofista", acusándole de "no buscar soluciones sino problemas". La poca experiencia de Pizarro en este tipo de duelos dialecticos, le impidió hacer frente a la artera estrategia de su oponente, al que solo le faltaba un parche en el ojo que, a la sazón, "lucía" permanentemente cerrado, para asemejarse (tanto en lo físico como en lo ético) al "Long John Silver" de "La isla del tesoro". A3 dio a Solbes ganador del debate. "La seriedad se impone a la demagogia, en economía no se puede meter miedo a la gente" -valoró entonces la prensa- y la Sexta noticias, en su línea habitual, tituló: "Solbes se merienda a Pizarro". Como era de suyo, las elecciones las ganó Zapatero, sin embargo, apenas hubo de pasar un año para que la crisis pronosticada por el teóricamente "engullido" en aquella confrontación, machacara a los españoles de una manera tan brutal que llevó al país al borde de la bancarrota. Un lustro después el propio Solbes reconocería en sus "Memorias" que perdió el debate contra Pizarro, que el número dos del PP tenía razón y que, aunque la crisis era ya evidente, él se vio obligado a falsear la situación por motivos electorales. Observando la campaña de los candidatos a las próximas elecciones, no parece que nada haya cambiado, si acaso, ahora, por mor de un voto, nos prometen incluso más milongas que entonces. ¡Pensiones, trabajo, ayudas sociales, "aves", carreteras… "la Biblia en pasta"! lo que sea con tal de ganar un votante, aunque, eso sí, sin aludir ni de pasada a la única forma en que podrían obtener la financiación para tantas "bienaventuranzas", esto es, esquilmando la ya de por sí enflaquecida cartera de los contribuyentes de clase media. Lo cierto es que nuestros políticos no precisan de un gran esfuerzo intelectual para convencernos de que les votemos, les basta con imitar los modos que empleaban los charlatanes buhoneros del Oeste para colocar sus pócimas mágicas a los ignorantes cowboys. Cuando algún político se atreva -al estilo de JFK- a proponer: "no preguntes qué puede hacer tu país por ti; pregúntate qué puedes hacer tú por el país", entonces quizá las cosas empezarán a cambiar.

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