Promesas sin contenido

Mucha de la prosperidad de esta comarca ha nacido de la iniciativa privada, que no de la pública,y no desde fechas recientes

Asistí el pasado fin de semana a un agradable almuerzo en el terreno neutral de San Roque, donde la mitad de los comensales presentes tienen su residencia en La Línea, y los otros, en Algeciras. Como es obvio, los algecireños/algeciristas no tuvimos más remedio que recordar con algo de cachondeo el resultado del reciente derby futbolístico comarcal. Los linenses aseguraban desconocer como quedó el partido al ser más aficionados a la petanca que al balompié, mientras intentaban proseguir sin más debate con el siguiente punto del orden del día. Con un resultado contrario al que se dio, el choteo al vecino hubiera sido similar, pero en sentido inverso. En eso consiste el derby, ¿no?

Luego, en ambiente distendido y amigable, continuó la tarde con las tópicas observaciones sobre la respectiva ciudad de enfrente, que me ahorro recitar por ser casi todas leyendas sin fundamento. Todo como reflejo de esa rivalidad histórica que fue, ya diluida por la confluencia de intereses, relaciones y vivencias, que hoy une indisolublemente a una y otra ciudad, y a sus habitantes. También, claro está, al resto del Campo de Gibraltar.

Anécdotas aparte, la idea que nos une es la enorme potencialidad de la comarca, y más si cabe, del arco de la Bahía, esa gran conurbación que supera en número de habitantes a muchísimas capitales de provincia, y que alberga industrias e instalaciones portuarias de primer nivel internacional.

Pero no parecen verlo así los diferentes gobiernos que van pasando. Mucha de nuestra prosperidad ha nacido de la iniciativa privada, que no de la publica, y no desde fechas recientes. Como ejemplo, hace más de un siglo, Henderson y su compañía nos construyó la vía férrea. Hace décadas fue la norteamericana Sea-Land, contra la opinión del Gobierno por perjudicar a otras ciudades, la que observó las posibilidades nuestro puerto en el negocio del transporte por contenedor, que luego ha dado pie al crecimiento de nuestros muelles. Lo mismo podemos decir de Sotogrande.

Los gobiernos jamás mejoraron la línea férrea, jamás nos dotaron de un aeropuerto que sí construyeron en lugares que no lo necesitaban, jamás les preocupó evitar la dependencia económica-social respecto a Gibraltar. Lo que somos no es gracias a la iniciativa ni al empuje público.

Pero ahora se nos promete prosperidad compartida, expresión que compra y hace suya el presidente Pedro Sánchez ante la Asamblea General de la ONU. Bien hace el alcalde de Algeciras al preguntar en qué consiste la misma, qué planes concretos incluye y cómo se traducirá presupuestariamente. La historia nos hace ser más que escépticos.

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